HÉROE
2002 / Hong-Kong, China

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Duración:
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96 minutos, hablada en mandarín con subtítulos
en castellano. |
Dirección:
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Yimou Zhang. |
Guión:
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Li Feng, Wang Bin, Zhang Yimou. |
Producción:
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Bill Kong, Zhang Yimou, Quentin Tarantino. |
Fotografía:
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Christopher Doyle. |
Música:
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Tan Dun. |
Montaje:
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Zhai Ru y Angie Lam. |
Intérpretes:
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Jet Li, Tony Leung, Maggie Cheung, Zhang Ziyi, Donnie
Yen y Chen Daoming. |
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Con
Zhang Yimou ocurre algo parecido a lo que pasó con Peter
Jackson antes de realizar El Señor de los Anillos: se trata
de un cineasta cuya obra previa consiste en cintas de carácter
más personal (Yimou prefiere las historias humanas, mientras
que Jackson hace lo propio con las de terror y gore) que cuando
tiene presupuesto suficiente es capaz de realizar una obra maestra
a gran escala.
Con Héroe (Ying Xiong, 2002) el cineasta chino pasa de ser
un respetado director a un maestro del cine. Y no es para menos,
pues la escala alcanzada con este filme es enorme, además
de ser estéticamente extraordinaria. Con una historia sencilla
que tiene mucho que ver con el origen de lo que hoy en día
conocemos como China, Yimou va bordando todas y cada una de las
secuencias del filme hasta lograr un verdadero manjar de imágenes
y sonidos que son, simple y sencillamente, arrebatadores.
Durante la época de los señores feudales y antes
de convertirse en China, el territorio que hoy conforma esa nación
estaba dividido en diversas provincias, de las cuales Qin era una
de las más importantes, a tal grado que el rey de la misma
tenía la esperanza de poder terminar con dicha división
para conformar una gran nación bajo una misma ley.
Un héroe sin nombre (Jet Li) es llevado ante el rey (Chen
Daoming) como agradecimiento por haber matado a tres asesinos (Donnie
Yen, Tony Leung, Maggie Cheung) que amenazaban el trono de Qin.
Pero las historias de cómo se deshizo de los enemigos no
son creíbles para el rey, quien piensa que el guerrero tiene
otros planes en mente.
Sencilla pero directa, así es la historia de Héroe.
Lo que no tiene de sencilla es la magia que parece estar presente
en cada cuadro de película, pues Yimou parece pintar con
colores las cuatro secuencias principales de su relato. De principio
a fin, el filme puede ser considerado como poesía en movimiento,
como lo dejan bien claro la secuencia ‘amarilla’ de
la lucha entre dos guerreras, donde las hojas de los árboles
caen cual copos de nieve con un significado de misticismo a toda
prueba, o la secuencia ‘verde’ en la que el rey de
Qin es enfrentado y casi asesinado a través de cortinas
del mismo color por un respetable guerrero.
Las simbologías de todos tipos están presentes a
lo largo y ancho del filme, lo que le da un carácter más
que especial a una cinta que incluso pudo haber prescindido de
los diálogos. La narrativa visual es tan fuerte que no se
necesita de palabras para comprender y admirar lo que sucede en
pantalla.
Tan sólo la fotografía de Christopher Doyle, la música
de Tan Dun y el ojo poético de Yimou son razón más
que suficiente para colgarle el título de obra de arte a
esta pieza de cinematografía de altos vuelos. Olvídense
de la historia. Aquí lo que importa no es tanto el fondo
como la forma, pero se trata de una forma con mucho más
fondo de lo que aparenta.
A pesar de lo anterior, Héroe incluye además algunas
de las secuencias de acción más memorables que occidente
ha podido ver provenientes del cine chino en muchos años.
Los guerreros desafían todas las leyes de la física,
pero eso no importa, pues estamos ante la presencia de verdaderos
iniciados. Una especie de Jedi en el nivel más alto en cuanto
al uso de la Fuerza. La secuencia que deja en claro esto último
es la del agua, donde el héroe sin nombre se enfrenta a
un enemigo prácticamente caminando sobre la superficie de
un lago.
Desde cualquier punto de vista que se quiera, es una verdadera
poesía. En Estados Unidos la película llegó gracias
a los esfuerzos de Quentin Tarantino para que Miramax la estrenara,
obteniendo un éxito inmediato.
En México no fue tan difícil de ver, pero como suele
ocurrir con el cine de arte, pasó sin pena ni gloria por
la cartelera, lo cuál es una lástima porque se trata
de un trabajo que le regresa al cine la magia perdida y el mote
hollywoodesco de ser una fábrica de sueños. Poética
y sobrecogedora, es una obra de arte que nadie que ame el cine
puede dejar de ver.
Jorge Ávila Andrade
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