Claramente inspirada en los números atrasados de la revista The New Yorker, la caprichosa pieza coral de Wes Anderson Los excéntricos Tenenbaum no decepcionó a los fans de sus dos películas anteriores, Ladrón que roba a ladrón (1996) y Rushmore (1998). Esta excéntrica fantasía se sustenta en las amaneradas interpretaciones de un reparto estelar, decorada con dibujos al estilo de Edmund Gorey y narrada por un inexpresivo Alec Baldwin. Con un guión cargado de gags visuales y unos espléndidos sarcasmos, el contenido directamente emocional es casi nulo. Anderson vuelve a proporcionar una mirada fresca sobre el género de la comedia de familia disfuncional. El guión les valió a Anderson y al coguio-nista Owen Wilson la nominación a los premios de la Academia. Wilson también actúa en la película, pero no como uno de los hermanos Tenenbaum, a pesar de que Luke, su hermano en la vida real, interpreta a uno de ellos.

Es un colorista -aunque triste- examen vagamente surrealista de una familia que circula por la vida según un excéntrico patrón de fuga particular. Los excéntricos Tenenbaum está poblada por personajes de dos dimensiones que suman una colección de hábitos extraños y talentos extraordinarios, y sólo el personaje de Stiller tiene verdadero peso emocional. Hackman destaca con su interpretación consciente y natural de un hombre aparentemente sereno y dueño de sí mismo pero que no presta atención a las necesidades de nadie más que a las suyas. Bajo la superficie, busca desesperadamente algo que le permita ganar de nuevo a su familia en los téminos que él desea. Hackman se lleva las mejores líneas del guión, por ejemplo, cuando Eli dice: “Siempre he querido ser un Tenenbaum”, Royal contesta misteriosamente: “Yo también, yo también”.

Los excéntricos Tenenbaum es un film demasiado divertido para ser del todo trágico y demasiado ligero para ser profundo. Lo que perdura son la percepción indirecta de la alegría y el dolor de una familia dotada pero condenada.

Karen Krizanovich