Primavera, verano, otoño, invierno...
y otra vez primavera
(Bom, yeoreum, gaeul, gyeowool, geurigo, bom)
Jueves 28 de
septiembre
2003
/ Corea, Alemania, Japón

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Duración: |
106 minutos, hablada en coreano
con subtítulos en castellano. |
Dirección: |
Kim Ki-duk |
Guión: |
Kim Ki-duk |
Fotografía: |
Baek Dong-hyun |
Música: |
Bark Jee-woong |
Fotografía: |
Baek Dong-hyun |
Montaje: |
Kim Ki-duk |
Dirección de
Arte: |
Oh Sang-man |
Intérpretes: |
Oh Young-soo (Monje viejo),
Kim Jong-ho (Niño monje), Seo Jae-kyung (Chico monje), Kim
Young-min (Joven monje) y Kim Ki-duk (Monje adulto). |
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Entrevista
a Kim Ki-duk
–¿Cree
que la especie humana ha nacido para ser cruel?
–
Creo que cualquier ser humano debe hacer sus propias elecciones acerca
de las tentaciones humanas. Pero cada cual necesita un guía.
Pueden ser los padres, los maestros y, en este caso, un monje. El
problema de los seres humanos es que se resisten a ser guiados. No
admiten autoridad.
–
Hay una crueldad enorme del niño monje hacia la naturaleza.
–
Es parte de su iniciación. El crío martiriza a ranas,
culebras y peces. Y luego el viejo monje le ata a una piedra en el
agua hasta que libere a sus criaturas cautivas. En esas escenas hay
algo de humor y castigo, al cincuenta por cien. Es la promesa de
que va a comprender lo que es la responsabilidad. Le liberará cuando él
libere a los animales.
–¿
Cómo comenzó su relación con el cine?
–
Jamás estudié cine. De adolescente, me alisté en
los Marines, pero no me fue útil. Después, fui a Francia
a perseguir mi idea romántica de convertirme en pintor. Durante
mi estancia en ese país me enamoré del cine, sobre
todo de las películas de Jean Luc-Godard. Sus películas
me mostraron que no se necesita ni un gran presupuesto, ni grandes
estrellas para hacer películas. ¡Y ya tenía 33
años!
–¿
Cómo explica las razones de su asombrosa productividad?
–
Comencé a dirigir con una cierta edad y supongo que ahora
quiero recuperar el tiempo perdido. No me interesa hacer grandes
películas, de gran presupuesto, ni con enormes estrellas.
Quiero contar las historias que me preocupan a mi manera.
–¿
Le disgusta cómo el público reacciona a sus películas?
–
Sí y no. Hasta ahora, mis películas no han sido éxitos
comerciales en mi propio país. Esto me preocupa porque podría
limitar mis posibilidades de ejercitar el cine. Pero por otro lado
y fuera de mis fronteras, no me permitiría dejarme influir
por las críticas y otras fuerzas del exterior. Siempre seguiré mis
instintos y mi camino.
Beatrice Sartori
Acerca del film
Kim dirige en esta oportunidad una película imbuida de budismo,
cada una de cuyas escasas líneas de diálogo contiene
una enseñanza. Narra el camino del discípulo junto
al hombre sabio, que es consultado por quienes han perdido la salud: él
se encarga de curarles el alma, para así sanar su cuerpo.
Como en la naturaleza, el proceso de aprendizaje es cíclico
y atraviesa diversas estaciones: el encuentro con el dolor, la pérdida
de la inocencia, el nacimiento de la sexualidad y el instinto de
posesión, la aceptación de la caída, la purgación
y la ascesis.
Kim decidió que las distintas etapas evolutivas del protagonista –separadas
entre sí por una decena de años– estuvieran interpretadas
por distintos actores, reservándose para sí mismo la
fase final de superación y dominio del cuerpo en soledad.
El film entonces habla acerca de la evolución personal, de
la circularidad temporal, sobre la marginalidad y de cómo
la violencia subyace en las formas menos pensadas.
Los personajes de Kim son gente de pocas palabras. Como él
ha manifestado en alguna entrevista, han sufrido alguna herida muy
profunda, una decepción muy grande ha matado su fe y su confianza,
y la violencia es para ellos un medio de comunicación. Esas
escenas de violencia son las más expresivas del film, que
por momentos puede distraernos, engañarnos, subyugarnos con
un enorme placer visual. Kim proviene de la pintura, y con su fotógrafo
Baek Dong-Hyun concibe cada plano como una obra pictórica,
tanto en el aspecto compositivo como en el cromático. Logra
imágenes de tal belleza que puede resultar abrumadora, y es
evidente su búsqueda de la imagen perfecta, su deseo de
impactar. Josefina
Sartora |