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El
gabinete del doctor Caligari
Ciencia ficción
1919 / Alemania.
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Duración: |
52 minutos. |
Dirección: |
Robert Wiene. |
Guión: |
Hans Janowitz, Carl Mayer. |
Fotografía: |
Willy Hameister. |
Música: |
Alfredo Antonini, Giuseppe
Becce, Timothy Brock, Richard Marriott, Peter Shirmann, Rainer
Viertlböck. |
Intérpretes: |
Werner Krauß, Conrad
Veidt, Friedrich Feher, Lil Dagover y Hans Heinrich von Twardowski. |
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Una
obra clave en el género de terror primitivo.
El
gabinete del doctor Caligari es la piedra angular de un tipo de
cine fantástico y estrafalario que floreció en la
Alemania de los años veinte, y que ha sido vinculado, a
veces de manera poco legítima, con el movimiento expresionista.
Si gran parte del desarrollo del cine en sus dos primeras décadas
fue encaminado hacia la concepción de Lumière de “una
ventana abierta al mundo”, con historias de ficción o
documentales presentados de manera emotiva con la intención
de que el público olvidara que estaba viendo una película,
El gabinete del doctor Caligari vuelve al estilo de Georges Méliès
y presenta sin cesar efectos teatrales mágicos y estilizados
que exageran o caricaturizan la realidad.
En esta película encontramos funcionarios sentados en taburetes
de una altura ridícula, sombras pintadas en las paredes y en
los rostros, decorados donde abundan las formas recortadas, exteriores
pintados, y telones de fondo e interpretaciones estilizados hasta rozar
la histeria.
Los guionistas Carl Mayer y Hans Janowitz ambientaron la película
en este mundo desarticulado, y tanto el director Wiene com los escenógrafos
Hermann Warm, Walter Roehrig y Walter Reinmann introdujeron un giro
en cada escena e incluso en los rótulos explicativos para insistir
en esto. Fritz Lang, propuesto como director en un principio, sugirió que
el estilo radical del film sería excesivo para el público
si no se añadía algún tipo de “explicación”.
Lang esbozó algunas líneas argumentales en las que el
héroe Francis (Friedrich Feher) narra la historia –acerca
del doctor Caligari (Werner Krauss), siniestro charlatán hipnotizador;
su hipnotizado esclavo Cesare (Conrad Veidt); y una serie de asesinatos
en la pequeña ciudad de Holstenwall–, y al final descubrimos
que está ingresando en un manicomio y que, al estilo del Mago
de Oz, ha imaginado un relato que reúne a diversas personas
de su entorno. Esto rebaja el tono antiautoritario de la película,
cuando el doctor Caligari –en la historia principal, el director
de un manicomio que ha perdido la razón– resulta ser un
hombre decente decidido a ayudar al héroe. Sin embargo, el manicomio
del relato principal es el mismo manicomio “irreal” que
se ve en el flashback, lo cual consigue proyectar cierta incertidumbre
sobre toda la película, no sólo sobre la historia de
Francis. De hecho, al revelar que la visión expresionista es
la de un demente, la película hasta podría apelar a los
conservadores que consideraban propio de dementes todo arte moderno.
Weine, menos innovador que la mayoría de sus colaboradores,
hace muy poco uso de la técnica cinematográfica, con
la excepción del flashback dentro de otro flashback, cuando
Krauss enloquece por culpa de las instrucciones sobreimpuestas de que “ha
de convertirse en Caligari”. La película descansa por
completo sobre artificios teatrales, con la cámara fija en el
centro del escenario mientras se muestran los decorados, y los actores
(sobre todo Veidt) aportan todos los movimientos o momentos de impacto.
La intervención de Lang consiguió convertir la película
en una extraña especie de obra ambigua: una película
artística para el público de clase alta que aprecia sus
innovaciones, pero también una cinta de terror con truco. Con
su ambiente de espectáculo de feria, el científico loco
y el monstruo ataviado con leotardos que secuestra a la heroína,
El gabinete del doctor Caligari es uno de los títulos clave
del género de terror primitivo, pues introduce imágenes,
temas, personajes y formas expresivas que serían fundamentales
en el Drácula de Tod Browning y el Frankenstein de James Whale,
ambas de 1931.
Kim Newman.
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