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Por qué no hay crédito (última parte) |
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Por José Pablo Dapena
MSc
London School of Economics. Profesor Asociado Full Time en Economía y Finanzas
UCEMA. Secretario Académico. Maestría en Dirección de Empresas UCEMA. Miembro
Comisión Ejecutiva Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Se desempeñó
en diferentes actividades en Liggett Argentina SA. Organización Bagó, Control
Federal de Ahorro del Ministerio de Justicia, Fundación Banco Mayo y Laham
y Asociados. Otras columnas del autor
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Hemos
mencionado en anteriores entregas que las condiciones de acceso al crédito
externo serán más difíciles de lo que fueron en el pasado. Otro aspecto que
se debe trabajar en la agenda es la regeneración del ahorro interno como
base de financiamiento.
Nuestro país ha financiado de manera continua
su exceso de consumo por sobre su ingreso a través de pedir prestado en el
exterior (tanto a nivel privado como público). Esto hace a la economía extremadamente
vulnerable frente a cambios de las variables financieras ya que implica compromisos
fijos de erogación de fondos frente a escenarios volátiles de demanda.
En
presencia de economías inciertas como la propia, es mucho más preferible
propiciar inversiones que se muevan de acuerdo con la economía, en contratos
de participación de ganancias y pérdidas. Se deben crear incentivos al ahorro
interno. En ese sentido, la constitución del sistema de jubilaciones y pensiones
privadas ha sido un acierto, mal utilizado al continuar financiando excesos
del gasto de gobierno a través de compra de títulos públicos (lo que iguala
la asignación a cuando existía el sistema de reparto).
La restitución
de conductas de ahorro comienza con el ejemplo gubernamental, propiciando
ahorro público. El Estado con su déficit absorbe ahorros de la economía,
en consecuencia frente a situaciones de restricción de crédito agrava la
crisis de financiamiento. Una conducta de ahorro público proporciona certidumbre,
lo que incentiva conductas de ahorro por parte de la población. Asimismo,
debe ser complementado con una política activa de educación y difusión de
las virtudes del ahorro.
Una alternativa pasa por la regionalización
de ahorros, de manera que el crédito que se genera en una región económica
del país (por ejemplo, los aportes a las AFJP) pueda ser reinvertido en proyectos
de la misma región.
El nivel de ahorro interno se encuentra en un
promedio de 10% (un poco menor ahora por la recesión) del PBI. Un objetivo
razonable de mediano plazo sería llevar este nivel de ahorro a 20% del PBI.
El último punto de una probable agenda pasa por propiciar la creación
de instrumentos de inversión alternativos a las colocaciones a plazo fijo
que le permitan al ahorrista diversificar sus tenencias.
Por muchos
de los motivos mencionados, la inversión natural del ahorrista doméstico
ha sido el plazo fijo, lo que hace el ahorro agregado extremadamente vulnerable
a corridas bancarias. Si en noviembre del 2001 los ahorristas hubiesen estado
más diversificados, el impacto del “corralito” y sobre todo el del “corralón”
sobre la capacidad de consumo no hubiesen sido tan dramáticos; pero no era
así, y las estadísticas lo demuestran: 52% de la riqueza privada estaba en
el sistema financiero, mientras que 37% estaba en el exterior y sólo 10%
se encontraba en instrumentos no bancarios locales.
Alternativas dinamizadoras
El
desarrollo de los mercados de capitales es fundamental, ya que le permite
al ahorrista acceder de manera fácil y barata a instrumentos de ahorro diferentes.
Economías con expectativas volátiles deberían elegir como principal instrumento
de financiamiento los contratos de participación (acciones de empresas o
“equities”) respecto de deuda.
Un excelente instrumento que resuelve
muchos de los problemas asociados a la restricción de crédito es el contrato
de fideicomiso o securitización, que está siendo difundido cada vez con mayor
fuerza. Las garantías son un instrumento fundamental cuando se necesita restablecer
la confianza.
El problema del crédito y de la falta de ahorro en nuestro
país tiene larga data y ha sido la reacción natural a expropiaciones y licuaciones
de valor de activos por un lado y a desmanejos y conductas oportunistas de
gobernantes por el otro. La reconstrucción del crédito es una urgencia y
es causa y consecuencia de la seriedad y confiabilidad del sistema económico.
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