JOSE DAPENA. Profesor de la Universidad del CEMA
El tema de entrepreneurship está en el
tapete. Jóvenes, y no tanto, inician sus propias empresas y
sueñan con hacerse millonarios.
El escenario es propicio: el avance tecnológico crea desajuste en
las estructuras económicas convencionales (esto es: la empresa en
la que hoy trabaja puede dejar de ser negocio mañana) y esta
situación de cambio da lugar a la existencia de nuevas
oportunidades que esperan ser aprovechadas. Sin embargo, en la
realidad las cosas no son tan fáciles como se las pinta a nivel
teórico. Es una actividad riesgosa; implica que la persona debe
estar preparada para darse bastantes golpes y recuperarse. Se intuye que
el argentino es conservador (aunque no lo reconoza abiertamente), y esta
característica cultural repercute en los emprendedores en la Argentina.
Las universidades, en respuesta a este fenómeno, están
incorporando materias y eventos relacionados con entrepreneurship en los
programas de negocios.
La Universidad acompaña el fenómeno porque no sólo debe
formar gerentes (que hacen a un sector del mundo empresarial) sino
también a emprendedores. Pero ¿por qué esto merece ser
estimulado a nivel académico? Porque día a día
descubren que hay una gran brecha entre las expectativas que tienen las
personas sobre el desarrollo de sus negocios, su ejecución y su
éxito. Conocí recientemente por una actividad que hizo la
Universidad, varios grupos con excelentes ideas de negocios.
La amenaza principal para estos grupos era que su idea fuese robada.
Sin embargo, que a uno se le ocurra una idea de negocios no significa que
sea la persona adecuada para llevarla a cabo. Los integrantes de estos
grupos no podían argumentar con elementos concretos por
qué pensaban que ellos eran las personas adecuadas para
desarrollar la idea: les estaba faltando el ingrediente fundamental
que guía al emprendedor, su capacidad inimitable de ejecución.
Es bastante difícil convencer a un mercado de que financie un
proyecto si uno no está seguro de las capacidades propias para
ejecutarlo con éxito.
La Argentina es un terreno fértil para los emprendedores, y existen
grandes oportunidades que sólo están esperando que alguien
se ponga a trabajar en ellas.
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