Los buzones que nos hacen comprar |
Nuestro país y sus futuros dirigentes enfrentan una fenomenal tarea: la de reeducar a su sociedad, no en aspectos básicos como matemáticas o lengua (que ya buena falta hace) sino en su manera de ver y afrontar la vida. Durante más de 70 años (desde el primer golpe militar) hemos comprado buzones que nos han hecho sentir más felices mientras hemos considerado que valían algo. Hemos comprado el buzón que somos un país rico, pero la supuesta riqueza debe ser explotada, no está dada y requiere de trabajo. Observamos que la capacidad de gestión y administración en nuestro país, en gran parte de los órdenes, es lamentable. A nivel de dirigentes políticos vemos malas decisiones administrativas que día a día afectan nuestro estándar de vida. Saliendo del plano político, vemos que los clubes de fútbol se encuentran casi todos en un estado económico desastroso por la falta de una administración correcta; lo mismo sucede con las obras sociales y los sindicatos, donde los mismos evidencian un estado financiero deplorable con sospechas de corrupción en quienes las lideran. Las Pyme también necesitan de capacidad de gestión. Y podemos seguir… Desgraciadamente el sistema no garantiza que los más capacitados estén ejerciendo los roles de toma de decisiones. Esto es una consecuencia del grave problema de incentivos que presentan nuestras reglas de juego e idiosincrasia. El problema es el conocido dentro de teoría económica como de principal-agente, donde el principal (la gente, los afiliados, etc.) elige a un agente para que lleve adelante una tarea, y el agente (sindicalistas, dirigentes, jueces, etc.) utiliza el espacio en beneficio propio. El sistema entonces no genera los suficientes incentivos a los que participan del mismo para realizar sus actividades de manera eficiente, alineando sus intereses con los de quien lo emplea y evitando el oportunismo. Para medir la destrucción de valor a que está siendo sujeta la Argentina, podemos tomar la relación de valores de empresas argentinas en relación con las ganancias que generan. El mismo tenía un nivel en la Argentina en noviembre de 2001 (último momento de libre movimiento de capitales) de aproximadamente 3/3,5 para las empresas que cotizan en el mercado de valores en su conjunto, mientras que el mismo indicador para la totalidad de las empresas que cotizan en los EE.UU. era de 30 puntos. Esto significa que el mercado pagaba $3 por cada $1 de ganancias de las empresas, mientras que en los EE.UU. se abonaba 30 pesos. Si se recreasen condiciones de institucionalidad y eficiencia similares a los EE.UU., el valor de las empresas en la Argentina se incrementaría 10 veces, con el consiguiente desembolso de inversiones y el empleo a que daría lugar. Si no queremos ser tan ambiciosos en el objetivo, podemos considerar el mismo ratio del mercado chileno que tenía un nivel de 12/13, por lo que el valor de las empresas argentinas podría incrementarse en 4 veces de replicar las condiciones chilenas. Estas oportunidades no son nuevas, de hecho es el camino que han seguido países como Nueva Zelanda, Chile, etc. Dentro de administración de empresas se enseña que cuando uno no sabe cómo llevar adelante ciertas estrategias, es de esperar que se copie a los que tienen éxito. No es malo tener éxito, no es ilegal, no es una carga que se deba llevar o esconder. Se han asociado “modelos” supuestamente neoliberales a todas las desgracias que nos ha tocado experimentar, cuando los supuestos modelos tenían de neoliberales sólo el nombre. Recrear el capitalismo Se culpa al capitalismo de ser la causa maléfica de todos los padecimientos (la paradoja es que gran parte de la población quiere emigrar a sociedades capitalistas, y queremos que la ayuda financiera venga de países capitalistas), cuando se han llevado adelante políticas que no impulsaban dicha concepción. Se ha pretendido ejercer un capitalismo en una sociedad donde sus integrantes no son capitalistas, y que carece de un mercado de capitales suficientemente desarrollado que permita ejercer dicha gimnasia con cierto ritmo, y donde el sistema de justicia no está a la altura que le compete. Debemos enfrentar que los próximos diez años serán muy duros, y no podemos comprar el buzón que la salida será fácil. Nuestra economía deberá ahorrar más que nunca, reconstruir nuestras instituciones a partir de la falta de confianza y del escepticismo externo. Desafortunadamente hemos gastado a cuenta y hemos generado una hipoteca. Las salidas fáciles, sin esfuerzo, no serán posibles y los que las prometan sabremos que mienten. * Profesor de Economía y Finanzas UCEMA |