Ambito Financiero 15/07/08
Muerto el modelo… viva el modelo (con el perdón del Rey)
Por: Carlos Rodríguez (*) |
En sus últimas y
múltiples intervenciones, tanto en la cadena nacional como en tribunas varias,
la Presidente ha puesto muy claro que ella y sus seguidores se consideran
inmersos en una lucha por un «modelo» de país. Como sus seguidores son cada vez
menos y la situación política y económica está cada vez más endeble, me cabe la
presunción de que el modelo K de país está perdiendo la lucha. Por lo tanto, es
conveniente comenzar a pensar con tiempo en el modelo sucesor, no vaya a ser
que algún acontecimiento inesperado, ya sea político o económico, nos deje una
papa caliente que nadie con sano juicio quiera agarrar. Las elecciones de 2009
son una oportunidad óptima para que comencemos a pensar racionalmente sobre qué
es lo que no anduvo bien, qué correcciones son necesarias y quiénes queremos
que las instrumenten.
Nada mejor para ordenar el pensamiento que poner todas las premisas en claro.
En primer lugar, el modelo K no está perdiendo una lucha, ya que nadie lo ha
atacado, sino que se está autodestruyendo prematuramente por culpa de sus
inconsistencias y de la ineficiencia y tozudez de los que lo instrumentan.
Ningún modelo económico es 100% correcto o erróneo. Todos tienen aspectos
positivosy también negativos. Algunos son económicamente consistentes y otros
inconsistentes. Algunos son consistentes políticamente, pero no son sostenibles
económicamente. El modelo K es inconsistente económicamente, lo que permite
predecir que el mercado a la larga forzará a su abandono. Sin embargo, su
inconsistencia no era tan grotesca como para que se generara una crisis
terminal a corto plazo, sobre todo dada la más que favorable situación
internacional para nuestros productos de exportación, sumada a la aparente sana
tendencia del gobierno a mantener superávit fiscales. Con superávit fiscal y
excelentes términos de intercambio, se hacía muy difícil fracasar. Y, sin
embargo, eso está pasando. Antes de hablar sobre un nuevo modelo debemos
entender las razones del previsible fracaso del modelo K.
El modelo K se basa en una frágil interacción político-económica. Su esencia se
basa en un voto potenciado no por ideas o afinidades socioculturales, sino por
dádivas económicas representadas actualmente por alimentos y energía baratas. A
los votantes típicos del modelo K les importa mayoritariamente su bolsillo. No
se preocupan por entender los fundamentos del modelo o su viabilidad. Prueba de
ello es la necesidad de realizar actos masivos en plazas, con participantes
pagos, a fin de tratar de legitimar políticamente el modelo en épocas de
dificultades. Este es un viejo vicio de la política argentina, que comenzó con
la distribución de choripanes, pasó a la distribución de zapatillas y culminó
con un pago liso y llano de entre $ 100 y $ 200. Además, debe proveerse con
transporte y merienda gratis a los presuntos garantes del modelo de turno.
Acá viene el primer problema de los instrumentadores del modelo: en lugar de
inculcar a sus votantes el fundamento de las ventajas económicas que derivan de
sus políticas, apelaron a inculcar el rechazo ideológico contra todos los que
no estén con ellos. Esta estrategia de división de clases no sólo no aportó más
seguidores K, sino que atemorizó a los que aún quedaban con la amenaza de que
los enemigos puedan privarlos de sus «ventajas» económicas. En esta situación,
los cambios, absolutamente necesarios, en las tarifas de electricidad,
transporte y alimentos son vistos por el votante K como una amenaza proveniente
del enemigo y, por ende, si esto ocurre, sería una muestra de debilidad K.
·
Dilema
He aquí el dilema del modelo K: para subsistir requiere de correcciones
económicas que serían vistas por los que lo apoyan como una derrota frente al
enemigo y, por lo tanto, como un signo de debilidad política. Y ya sabemos lo
que los peronistas hacen con sus líderes cuando éstos muestran alguna
debilidad. El modelo K requiere que para sostener sus errores políticos el
gobierno deba mantener a ultranza su erróneo rumbo económico. La dinámica del
modelo lleva a cada vez mas división social y mayor
desequilibrio económico.
El típico votante K nunca se enteró de que en el resto de los países hermanos
de América latina el combustible, el transporte y los alimentos son muchísimo
más caros que en la Argentina, a pesar de que nuestros pobres son mucho más
ricos que sus pobres. En verdad, esto es casi inexplicable salvo por el igualmente
inexplicable sistema de impuestos y subsidios que constituyen la artillería del
modelo K. Los impuestos al agro generan alimentos baratos y un excedente fiscal
que se usa para subsidiar la energía y el transporte.
Lamentablemente, la ecuación fiscal no está cerrando: frente a cada vez más
altos costos de importar energía, el modelo K requiere de creciente presión
impositiva sobre el campo. Es sabido que el campo es reacio a acomodarse y ha
generado una reacción política y legal que amenaza el precario equilibrio
fiscal K, a la vez que debilita sus lealtades políticas. En realidad, este equilibrio
fiscal se tambalea hace rato ya que en la actualidad hay un altísimo monto de
deuda por subsidios impaga y no documentada. Como el monto de los subsidios
energéticos está explotando a la par del precio del petróleo, se estima que
esta deuda indocumentada continuará creciendo y convirtiéndose en una amenaza
potencial para la estabilidad económica.
Sintetizando, podemos decir que el modelo K se basó en redistribuir una riqueza
que se generó exógenamente gracias al crecimiento del precio internacional de
los commodities que exportamos. No se fomentó la cultura de la producción ni
tampoco la cultura de la especulación. Lamentablemente, el énfasis estuvo en la
cultura de la redistribución y la lucha de clases.
El futuro modelo tendrá que lidiar con la pesada herencia del modelo K. Una
sociedad dividida y rencorosa. Una economía endeble, endeudada y desacreditada
internacionalmente. Instituciones débiles o simplemente arrasadas. Frente a
este sombrío panorama, mi sugerencia es que lo primero que debe hacerse es
rescatar todo aquello valioso del modelo caído. El error de De la Rúa fue
anunciar alegremente el inmanejable estado de las finanzas públicas heredado, y
aplicó un impuestazo que fue el germen de su debacle.
Kirchner atacó con ansias la convertibilidad y el mercado, para terminar con un
tipo de cambio cuasi fijo en franca apreciación y un sistema nunca antes
experimentado de subsidios a empresas privadas para sostener un nivel de
precios tan inviable que, además, requirió destruir a una institución tan
sólida como fue el INDEC.
Creo que el nuevo modelo debe basarse en una nueva política. Si la vieja
política prevalece no hay modelo económico que aguante. La reacción del campo y
el increíble apoyo popular que éste recibió frente a los estertores fascistas
de los defensores del modelo K a ultranza, sugieren que algo nuevo puede
construirse. Hace no tantos años hablábamos de temas tales como reforma política,
nueva Ley de Coparticipación, reconstruir el federalismo, reforma laboral y
gremial, inserción argentina en el mundo, etc. Hay que olvidarse de reescribir
el pasado y enfrentar definitivamente estos desafíos políticos aún pendientes.
Creo que reformar el modelo económico debe pasar a segundo plano frente a los
inmensos desafíos que nos depara la impostergable reconstrucción de un nuevo
modelo político. Mas allá de un sinceramiento en los
precios internos y una rebaja en las retenciones, me conformaría con que se
mantengan las actuales reglas del juego. Esto incluye la política cambiaria,
impositiva y arancelaria. El foco debe estar en la reforma política y la
reconstrucción del federalismo. Un federalismo con menos caudillos y más
líderes cuyo poder se base en el voto informado de mayorías populares. Ya no
debe haber más lugar para las listas sábana y recordemos que democracia debe
decir «un hombre, un voto» y nunca más «un voto igual a $ 100».