La Devaluación-Pesificación-Bonificación impresiona como una sucesión de desaciertos. Sin embargo, también es compatible con medidas orientadas a la licuación de grandes deudas empresarias y del Estado a costa de los ahorristas.
Obtenida la licuación de las deudas internas, la nueva Ley de Quiebras aparece como un instrumento adicional para licuar las deudas externas de muchos de los mismos que licuaron su deuda interna. Son demasiadas coincidencias. La destrucción de la Convertibilidad parece haber tenido una lógica bastante diferente de la que originalmente pregonaba el Grupo Productivo. En lugar de fortalecer la producción se favoreció a los políticos parásitos y a los empresarios prebendarios apuntalados por líderes sindicales que bregaron por una devaluación que pulverizó el salario real y duplicó el desempleo.
Es tarde para llorar por la leche derramada pero aún estamos a tiempo de entender lo que pasó para que los que reconstruyan el país no sean los mismos que lo destruyeron para lograr pingües retornos a costa del país.
La Convertibilidad fue deliberadamente destruida a partir del 10 de Diciembre de 1999 por una larga serie de Leyes y Decretos dictadas por las autoridades Constitucionales. Es falso que la Convertibilidad se haya destruido a sí misma o que sea consecuencia de la herencia recibida. El día del cambio de gobierno la prima de riesgo país que mide las expectativas del mercado hacia el futuro era de 700 puntos. La suba del riesgo país hasta 5000 puntos es necesariamente consecuencia de actos posteriores que no se anticipaban al 10 de Diciembre de 1999.
El monto de la deuda pública y el gasto público eran conocidos el día del cambio de gobierno y por ende ya estaban incorporados en la prima de riesgo país de 700 puntos. La suba posterior de 4300 puntos de riesgo se debe a los intentos deliberados del Gobierno para destruir la Convertibilidad y el sistema capitalista de mercado.
La única herencia recibida que puede ser culpada de la destrucción nacional es la de los políticos parasitarios, la de los empresarios prebendarios y la de los sindicalistas corruptos. En realidad más que herencia estos sectores son un lastre que el país soporta hace ya varias décadas. La falta de liderazgo hace que algunas veces este lastre sea mucho más dañino, tal como lo muestra la experiencia de los últimos dos años.
Nuestros líderes nos están llevando a contramano de la Civilización. Debemos ser el único país del mundo que culpa al Capitalismo de sus males. Argentina debe despertar y espantar de una vez a los fantasmas de la izquierda xenófoba y del populismo fascista.
La solución permanente de nuestros problemas pasa por tres puntos fundamentales: Reforma Política (sistema parlamentario unicameral con no más de 50 representantes), apertura económica y flexibilización laboral completa (ni convenios colectivos ni impuestos al trabajo). Adicionalmente debemos ayudar a restablecer la credibilidad en la vigencia de los derechos de propiedad, probablemente a través de una cláusula constitucional que eleve el status legal de los contratos celebrados libremente entre las partes.