El Acuerdo con el FMI
Rector de la Universidad del CEMA
INFOBAE, Septiembre 12, 2003
El reciente acuerdo con el FMI es como una golosina para un chico: le gusta pero le saca el hambre y no lo alimenta. Al dejar el acuerdo prácticamente de lado a la agenda de políticas de ajuste, el Presidente Kirchner deberá afrontar por sí mismo todos los costos políticos de las medidas que inevitablemente deberá implementar para lograr la normalización económica del país. El FMI se apartó de todas las medidas cáusticas e impopulares que deberán ser enfrentadas próximamente, tal como la situación patrimonial del sistema financiero, el ajuste fiscal, la renegociación de la deuda en default, las tarifas de los servicios públicos, etc.
La ausencia de condicionalidades de significación implica un cambio importante en la política tradicional del FMI. Hasta ahora el FMI se prestaba a actuar en el rol del malo de la película, "imponiendo" condicionalidades que en realidad eran necesarias y queridas por el gobierno local que de esta manera se ahorraba de pagar el costo político que estas medidas muchas veces acarreaban. Como deudores que somos nos viene de perillas que nuestro acreedor decida extender el plazo de nuestros vencimientos sin ninguna penalidad o condicionamientos, mas allá del pago de los intereses acordados previamente. Sin embargo, este grado adicional de libertad que nos otorga el FMI requiere de la madurez, sabiduría y poder político como para implementar por nosotros mismos las medidas que inevitablemente se requieren para salir del pozo en que estamos.
El rol tradicional del FMI ha sido el de ser el auditor de los planes macroeconómicos de países en proceso de ajuste. En muchos casos sus técnicos también participaban de la elaboración de las medidas en un rol similar al de asesor económico. Finalmente, para endulzar sus propuestas y premiar la adopción de políticas correctas, el Fondo condimentaba el "paquete" con prestamos a tasa y plazos preferenciales. En definitiva, el rol tradicional del FMI era el de auditor-asesor-acreedor de los países miembros que requerían sus servicios.
Es justo decir que la Argentina se envició con el FMI, el cual pasó a ser uno de los principales protagonistas de los desarrollos políticos de las últimas décadas. Creo que los Directores Ejecutivos y los jefes de misión del FMI probablemente han tenido mas reconocimiento de imagen pública que muchos miembros del gabinete nacional o los líderes del Congreso. El Stand By que negociamos en 1996 y el Acuerdo de Facilidades Extendidas del año siguiente ni siquiera fueron hechos para obtener fondos: simplemente los quisimos acordar para poder mostrar que nuestras políticas pasaban por la auditoría del FMI, y eso era bien visto, adentro y afuera del país.
Después vinieron los malos tiempos: la Alianza precisó cada vez más fondos frescos, a la vez que el horizonte de su economía se enturbiaba sistemáticamente. El Fondo decidió seguir apoyando a Argentina a pesar de las evidentes contradicciones en materia de política económica, quizá con la esperanza de que finalmente se enderezara el rumbo. Esto no pasó y el FMI se vio cada vez mas envuelto en el proceso de caída de la economía, aumentando su exposición crediticia y apoyando planes económicos cada vez mas estrafalarios e incumplibles. La Argentina utilizo toda su capacidad de crédito con el FMI y aún precisaba más para enfrentar la corrida cambiaria de 2001. Se recurrió al arbitrio de aumentar la cuota del país para así autorizar el giro de US$5800 millones en Agosto de 2001 con el único propósito de reforzar las reservas del BCRA (de los cuales ahora pagamos US$2900 millones). Todos estos fondos se usaron para financiar la fuga de capitales en los meses que precedieron al "Corralito".
Finalmente cayó la convertibilidad y llegó el default y la crisis. Paradójicamente, la condena social recayó, mas que sobre las personas, sobre las instituciones que apoyaron las políticas capitalistas de mercado de la decada anterior. Es así que el FMI se encontró de pronto acusado de ser partícipe responsable de la debacle de 2001/2002. A partir del fatídico Enero 2002, el Fondo debió negociar la reestructuración de sus propias acreencias con un país en bancarrota, con grave crisis social y humana y con autoridades mayoritariamente críticas (por no decir contrarias) al pensamiento económico de la institución.
Francamente creo que el FMI se cansó de ser el auditor-asesor de la Argentina poniendo su firma en planes económicos que luego son denostados por los sucesivos gobiernos. En nuestro caso el FMI decidió salirse elegantemente del problema argentino. Para ello priorizó su rol de acreedor sobre el de auditor y asesor. Sabiendo que no tenemos plata o voluntad de pagar, simplemente pasó para adelante todos los vencimientos de capital a cambio de que les paguemos los intereses. Y nos dejó tranquilos para que asumamos la responsabilidad de resolver nuestros propios problemas sin tener a nadie de afuera para echarle la culpa. En otras palabras: nos graduaron más por cansancio moral que por haber aprobado los exámenes.