Aristóteles, los consumidores y las empresas

por Jorge M. Streb (*)
Aristóteles presenta, dentro del "Libro 1" de su Política, uno de los primeros tratamientos sistemáticos de la economía. Los críticos destacan la condena que Aristóteles hace del afán de lucro, pero del texto se pueden extraer otros elementos más centrales.

Arístóteles contrapone este objetivo de acumular más y más dinero con el objetivo de vivir bien. Dejando de lado por un momento que para Aristóteles el segundo fin es más digno que el primero, el contraste entre ambos objetivos sigue vigente: está haciendo una distinción entre lo que son las motivaciones de las decisiones de producción (oferta) y las decisiones de consumo (demanda).

Respecto de las decisiones de producción, la hipótesis de trabajo básica sigue siendo lo que observaba Aristóteles en su tiempo: la maximización de beneficios de la empresa. Respecto de las decisiones de consumo, lo que Aristóteles llama el objetivo de vivir bien, a través de la satisfacción de necesidades, se trata ahora como la maximización del bienestar del consumidor.

A diferencia de este autor, no se considera hoy en día que ambos objetivos sean incompatibles. Los enfoques de administración de empresas tratan esto bajo la metas de calidad y satisfacción del cliente: sólo en la medida en que una empresa efectivamente satisfaga a sus clientes, podrá vender sus productos y ganar dinero. Donde Aristóteles veía una incompatibilidad, vemos el mecanismo por el cual las empresas atienden a las necesidades de los consumidores.

Aristóteles destaca los efectos negativos del monopolio sobre los compradores, así que su error básico fue no haber reconocido, por el contrario, el carácter positivo de los mercados competitivos. Pero su distinción entre los móviles de acción de consumidores y empresarios es central en el análisis económico.

La valoración negativa que Aristóteles hace del afán de lucro se basa en parte en este error, pero incluso acá hay otro eco muy moderno. Si bien consideramos que es perfectamente legítimo que una empresa busque maximizar sus beneficios, pensamos así en tanto la decisión sólo implique cuestiones estrictamente monetarias. Aristóteles da como un ejemplo condenable el que en profesiones como la medicina no se busque curar, sino simplemente lucrar. Para nosotros, si una decisión tiene implicancias no monetarias, esto también importa (y no cualquier médico está dispuesto a hacer una operación innecesaria, sólo para cobrar más dinero).

El hecho de que ciertas acciones tienen consecuencias no monetarias puede llevar a sacrificar ganancias, por hacer lo que las empresas consideran es lo mejor. Por ejemplo, la mayoría de las empresas de distribución de correspondencia no estaría dispuesta a adoptar la estrategia de quemar los vehículos de reparto de sus competidoras más pequeñas para asegurar su dominio del mercado. Tampoco muchas empresas querrían depender mucho de mercados donde los contratos sólo se pueden ganar pagando sobornos.

Dado que las empresas que buscan la calidad en la producción, satisfaciendo la demanda de mercado, son las que obtienen mayores beneficios en condiciones competitivas, no hay en el fondo una diferencia tajante entre los objetivos de las empresas y la idea de Aristóteles de que no es cuestión simplemente de vivir, sino de vivir bien. Así como para un individuo no alcanza querer ganar plata, sin conocer bien antes qué le gusta y qué puede hacer mejor, tampoco alcanza para una empresa: generará ganancias si descubre las actividades en las que es mejor para crear cosas que para la sociedad tienen valor.

(*) Coordinador MEG. El autor agradece las ideas que surgieron de la discusión con los alumnos de Análisis Económico del MADE.