El aporte de John Taylor a la nueva macroeconomía
Por Tomás Marinozzi
John Taylor es considerado uno de los académicos de mayor influencia a nivel mundial en temas de política monetaria. Nacido en Nueva York, con un título de grado en Princeton (1968) y un doctorado en economía en la Universidad Stanford (1973), se dedicó principalmente a estudiar política macroeconómica, además de haber sido profesor en las universidades más prestigiosas del mundo.
Este ensayo se va a concentrar en los que serían sus principales artículos, los que le trajeron fama en los círculos académicos y que casualmente se escribieron a un período de diez años que fue fundamental para el desarrollo de la Macroeconomía. Para entender realmente el aporte de Taylor hay que entender el contexto en el cual surgieron sus contribuciones.
A raíz de la conmoción académica que provocó el paper de expectativas racionales de Lucas (1973), se produjo un quiebre en el pensamiento monetario y macroeconómico. Por un lado, los keynesianos, que sostenían que las rigideces de mercado imposibilitaban la teoría de expectativas racionales, y por el otro, los no-keynesianos, que fielmente sostenían los postulados de Lucas. La conclusión de los modelos de expectativas racionales era que, como las estimaciones del público tendían a ser correctas, las políticas monetarias tendían a ser predecibles y por ende no generaban ningún efecto real en la economía. Implícitamente, los modelos con expectativas racionales acarreaban una crítica a aquellos bancos centrales que tenían el objetivo simultaneo de estabilidad de nivel de precios y crecimiento de largo plazo (incluida la Reserva Federal). Luego, se concluía, la existencia de expectativas racionales, bajo el crucial supuesto de salarios flexibles, no era compatible con los esfuerzos del banco central para combatir los ciclos económicos.
El primer aporte importante de Taylor (en conjunto con Edmund Phelps) fue el paper “Stabilizing Powers of Monetary Policy under Rational Expectation”. En este artículo se demostró que, en un contexto de expectativas racionales, pero con el postulado keynesiano de “sticky wages”, es posible que la política monetaria (incluso sistemática y con correcta predicción de los agentes) tenga efectos reales en la economía. Este resultado recuperaba la posibilidad de hacer política monetaria para estabilizar las fluctuaciones del producto.
Su segunda contribución de valor fue “Estimation and Control of a Macroeconomic Model with Rational Expectations”. El objetivo de este paper fue formular un modelo econométrico con expectativas racionales que sirviera para elegir la política macroeconómica apropiada, tomando en consideración la respuesta del resto de los agentes en la economía. La estimación del modelo se utilizó para calcular las reglas de política monetaria óptimas para estabilizar las fluctuaciones del ingreso y la inflación. Sin embargo, Taylor identificó que, si bien en el largo plazo no hay un trade off entre inflación e ingreso, cuando se observan las condiciones de segundo orden se deriva una nueva curva en la cual se relacionan las volatilidades de producción e inflación. Este resultado es el que hoy conocemos como la Curva de Taylor (o Frontera de Taylor). En ella, existe una relación a explotar por los bancos centrales entre las fluctuaciones de la inflación y las variaciones del producto, la cual no es vertical en el largo plazo. Lo interesante de la Curva de Taylor es que es consistente con la hipótesis de tener como objetivo estabilizar simultáneamente el nivel de inflación y el PBI.
Su tercera contribución relevante en este período fue aquel principio que une los dos engranajes que hizo compatible la teoría de expectativas racionales con la idea keynesiana de sistemáticas rigideces nominales. Su paper “Staggered wage setting in a Macro Model” demuestra que las rigideces nominales no son solamente un concepto teórico, sino un componente verdadero de la macroeconomía. Taylor expresa explícitamente que la manera en que se establecen los contratos es igual de fundamental que la manera en que se formulan las expectativas a la hora de analizar la Curva de Phillips. Si bien su modelo de contratos superpuestos tiene la intuición microeconómica implícita (la versión original carece de microfundamentos), ayuda a una mejor interpretación de la dinámica del nivel de precios. Por tal motivo, es necesario incluirla como consideración a la hora de diseñar política económica.
Quizás su aporte más importante en política macroeconómica son las siguientes dos piezas. La primera de ellas es su célebre paper “Discretion versus policy rules in practice”. Cuando se discutía la idea de reglas versus discrecionalidad, la crítica de Lucas (1976) fue central para entender que la manera tradicional de hacer macroeconometría tenía sus fallas. Se demostró empíricamente que la credibilidad es determinante para el éxito de las políticas. Asimismo, el aporte de Kydland y Prescott (1977) sobre inconsistencia temporal deja en claro que las reglas son (al menos teóricamente) mejor que las políticas discrecionales. Sin embargo, si bien existían ventajas teóricas para el uso de reglas a la hora de diseñar la política económica, las políticas basadas en reglas eran difíciles de aplicar en la práctica. La complejidad que requería la estructura de las reglas en ese entonces (cuando se aplicaban modelos de expectativas racionales), la falta de datos cotidianos y la difícil tarea computacional detrás, hacía que las políticas basadas en reglas no fueran viables. Hoy, con mejores técnicas computacionales, es mucho más simple aplicar lo dicho en modelos cuantitativos.
Para resolver este problema, Taylor presenta su libro “Macroeconomic Policy in a World Economy”, en el cual lleva a cabo un extenso análisis macroeconométrico utilizando un modelo de múltiples países con expectativas racionales, rigideces de precios y salarios. En él simula los distintos efectos de diversas reglas de política para los países del G7, ordenando las reglas según su éxito en la estabilización del nivel de precios y el producto. En su ensayo sobre reglas contra discreción, Taylor postula que la manera de fijar la tasa de interés depende sobre todo de las condiciones internas (esta apreciación sólo es factible para los países industrializados). En términos relativos, la regla de tasa de interés tiene que tener en consideración la brecha inflacionaria y del producto, con la aclaración de que no queda establecido que la ponderación de la brecha inflacionaria tenga que ser mayor que la del producto o viceversa. Lo que sí se puede inferir es que la tasa de interés debe sobre reaccionar (en sentido positivo o negativo) ante variaciones de la tasa de inflación; esta inferencia se conoce como el principio de Taylor. La importancia tanto de su libro como de su paper es la posibilidad de aplicar reglas de política en la práctica. Además, Taylor presenta evidencia empírica en el sentido de que la Reserva Federal sigue una especie de reglas de tasa de interés. Por este hallazgo luego se formularía lo que hoy se conoce como la Regla de Taylor.
En conclusión, el aporte de Taylor es mucho más amplio que una simple regla o curva, es una nueva forma de ver el fenómeno macroeconómico en un contexto de expectativas racionales. Sus investigaciones han mejorado el entendimiento de la política monetaria y la implementación de sus principios en la práctica ha logrado numerosos aciertos en la reducción de la inflación.