La batalla cultural en la Argentina y en el mundo

En la Argentina y en gran parte del resto del mundo se trata de instaurar una batalla cultural contra la izquierda y el populismo. En general, se suelen utilizar estos términos como si representaran lo mismo, y es allí donde nace una controversia sobre la batalla cultural a librar.
La mayoría de los economistas hemos alcanzado un consenso con respecto a lo nocivas que resultan estas políticas cortoplacistas ejecutadas por los gobiernos de izquierda. Este modo de hacer política económica ha sido para los economistas la base de la definición de populismo en Latinoamérica. Dornbusch y Edwards, en un libro sobre la macroeconomía del populismo, describieron las fases de las tradicionales políticas de los gobiernos populistas y sus ciclos: el líder populista llega al poder después de fracasados intentos de resolver el estancamiento, que usualmente sigue a la aplicación de políticas impopulares de ajuste fiscal para reducir la inflación y recuperarse de crisis cambiarias. Una vez en el poder, el líder populista responde con políticas de shock de demanda impulsadas con altos déficits fiscales, que en el corto plazo son exitosos, pero que al final terminan en defaults de la deuda y en alta inflación. El ciclo termina en un nuevo gobierno que aplica políticas ortodoxas para resolver la crisis heredada.
Sin embargo, mientras Dornbusch y Edwards popularizaban el término de "populismo" en economía para referirse a este tipo especialmente miope de política macroeconómica en Latinoamérica, otra acepción en ciencia política extendió la definición de populismo más allá de estas políticas. Rhodes y Streb, en un ensayo sobre populismo y democracia antiliberal que toma a la Argentina como paradigma, expusieron las diferentes características que definen al populismo. Funke, Schularick y Trebesch, en un ensayo sobre líderes populistas y la economía, estudiaron el impacto de una de estas carcaterísticas sobre las variables macroeconómicas. Tal característica específica es el mero discurso de un líder, que incluye la invención de un enemigo. El líder populista divide a la sociedad en dos grupos artificiales, el pueblo versus las élites, siendo el líder populista parte del pueblo: nosotros, el pueblo, versus ellos, las élites.
Esta simple definición tiene varias ventajas. Primero, aplica a varias regiones del mundo en distintos momentos del tiempo, haciendo a los populismos comparables. Segundo, permite aplicar la definición no solo a los gobiernos de izquierda, sino también a los de derecha, dado que las diferencias principales entre ambos son solo el enemigo artificial a atacar y las políticas económicas que adoptan. Los populistas de izquierda tienen un discurso anti elitista que ataca al capitalismo, a los organismos multilaterales de crédito, a la industria financiera en general y a las oligarquías. Mientras que los populistas de derecha usualmente tienen un discurso sesgado en contra de los inmigrantes y las minorías en general, siendo las élites los organismos que protegen a estas minorías que atentan contra la identidad y la cultura de la sociedad. A su vez, los populismos de derecha promueven políticas de libre mercado y los de izquierda hacen lo contrario.
Por otra parte, como señalan Funke, Schularick y Trebesch, ambos populismos tienen más similitudes fácticas que diferencias. Primero, ambos llegan al poder después de crisis económicas. Segundo, por lo general, ambos tienen éxito dado que conservan el poder más tiempo que los gobiernos no populistas. Tercero, ambos dejan el poder de manera conflictiva (crisis constitucionales, intentos de golpe de estado), después de ser derrotados en elecciones. Cuarto, durante los gobiernos populistas hay ataques contra la prensa independiente, el poder judicial, el legislativo y otras instituciones. Quinto y último, los populistas hacen hincapié en que ellos son y representan al pueblo, y esta dialéctica suele justificar el ataque a las instituciones y/o a las minorías. En nuestra región, Cristina Kirchner es el clásico ejemplo de populismo de izquierda; Mujica, en Uruguay, y Bachelet, en Chile, son ejemplos de izquierda no populista (en estos dos países todo sigue y nada cambia, y si cambia es por consenso democrático y dentro de la Constitución). Mientras Piñera, en Chile, y Lacalle Pou, en Uruguay, son ejemplos de derecha no populista, donde no hay enemigos a inventar. En cambio, Fujimori, en Perú, es un ejemplo del típico populismo de derecha. El veía al Congreso como un enemigo y lo cerró en 1992. Este es el típico caso donde el populismo puede afectar la performance económica aun cuando las políticas adoptadas sean las correctas. Otro caso de populismo de derecha, vigente en la Unión Europea, es el de Viktor Orbán, de Hungría, quien confronta con quienes considera élites foráneas de la Unión Europea y sus representantes locales.
Funke, Schularick, y Trebesch clasificaron 1500 líderes de los 60 países más grandes (que representaban 95% del PBI mundial en 2015) en el período 1900-2020; usaron metodologías de controles sintéticos y proyecciones locales y encontraron que la tasa de crecimiento del PBI per cápita (en términos reales) después de 15 años de populismo es en promedio 1 punto porcentual menor en relación con los gobiernos no populistas (lo cual indicaría, para una tasa inicial de crecimiento de 3% anual, un PBI real per cápita alrededor de 14% más bajo en promedio después de 15 años de populismo). También en relación con los no populistas, encuentran un deterioro significativo, tras 15 años de populismo, en índices de independencia judicial, transparencia electoral y libertad de prensa. Si bien ambos populismos tienen una performance económica peor en relación con los no populistas, el populismo de izquierda es algo peor que el de derecha en el plano económico (algo no sorprendente), pero lo es sólo marginalmente.
Entonces, ¿cuál es la verdadera batalla cultural que se debe dar en la Argentina y en el resto del mundo, izquierda versus derecha, o populismo versus no populismo? La evidencia empírica descripta indica la segunda opción: el problema son los populismos de izquierda y de derecha porque no respetan los límites constitucionales de las democracias liberales y generan divisiones y crisis sociales. Entonces, creo que solo en un marco no populista podemos debatir democráticamente y mostrar las bondades en el largo plazo de las políticas de derecha en relación con las de izquierda.
Pablo Garofalo
Profesor de Economía Internacional, Ucema; PhD, University of Houston y MA, Ucema.