Perspectivas (CEA)

La política económica durante el Covid 19

Autor
Gustavo Roberto Kippes y Carlos Gabriel Rivas
Mes/Año
08/2020
La política económica durante el Covid 19

Columna Perspectivas del mes de agosto 2020. Esta sección del Centro de Economía Aplicada (CEA) de la UCEMA provee un análisis de destacados economistas con orientaciones y enfoques diferentes respecto de los problemas económicos de nuestro país y el mundo

 

En nuestro país, al igual que en la mayoría de los países de América Latina, casi todos los problemas que la epidemia ha sacado a la superficie ya se venían manifestando con anterioridad. Lo verdaderamente nuevo es que se ha acelerado la necesidad de realizar los cambios para resolverlos. Esta aceleración no tiene un correlato en el esfuerzo. Las soluciones también parecen estar en cuarentena, a pesar de que ya sabemos que en el futuro mediato vamos a enfrentar: desempleo récord, mayor pobreza, un déficit fiscal difícil de financiar, una situación de exceso de oferta de dinero preocupante y una falta de confianza en la política que afectará negativamente las posibilidades de crecimiento.

A la caída coyuntural del nivel de empleo, le seguirá una disminución estructural de los puestos de empleo en los sectores que no puedan recuperarse hasta que la vacuna esté disponible y, después, otra ronda de reducción del empleo por la automatización del trabajo. La salida del mercado laboral de trabajadores activos agudizará a su vez el déficit del sistema de seguridad social.

En el Gráfico N° 1 se presenta una simulación muy simple del efecto de la pandemia sobre la evolución del PIB.

Gráfico N° 1: Tendencia del PIB pre-pandemia y evolución real

Efectos sobre el PIB
Indice Base Situación pre pandemia=100
Gráfico N° 1: Tendencia del PIB pre-pandemia y evolución real

En general cabe esperar una caída del PIB de dos trimestres (segundo y tercero en el gráfico) y una recuperación posterior. El tiempo y la intensidad de la recuperación son todavía una incógnita y dependen de la posibilidad de asistencia a las empresas y de desarrollos en el sistema de salud. 

En el gráfico se plantea una recuperación plena (vuelta a la tendencia) en 10 trimestres, pero esto podría no suceder nunca. Es decir, la economía podría no recuperarse plenamente al nivel que tenía previo a la pandemia por una destrucción permanente de capital físico y humano. Una recuperación plena significa que los sectores menos afectados (agro y ciertas ramas de la industria, por ejemplo) compensan a los más afectados (transporte, turismo, etc.).

La tendencia pre pandemia era pobrísima, mostrando una contracción permanente por más de una década. Por eso, recuperar la tendencia en 10 trimestres es un resultado con mayor desempleo, pobreza y consecuentemente mayor inestabilidad política. 

Esta evolución del PIB tiene un correlato fiscal que se plantea, muy esquemáticamente también, en el Gráfico N° 2. Éste muestra la tendencia de lo que hubiese sido el gasto público pre pandemia, el gasto real (línea anaranjada) que incluye el gasto público adicional por transferencias a las familias y las empresas para contrarrestar el efecto de la pandemia, y la recaudación fiscal que se deteriora en una proporción similar al PBI (lo cual depende de la carga impositiva sectorial y regional). 

Gráfico N° 2: Evolución fiscal durante la pandemia

Situación fiscal

Gráfico N° 2: Evolución fiscal durante la pandemia

La línea amarilla muestra la evolución del déficit fiscal, que debería ser un fenómeno transitorio, implicando una emisión de deuda o de base monetaria equivalente a la suma de los déficits trimestrales. Dado que el financiamiento con emisión monetaria tiene un límite (tema sobre el que profundizaremos más adelante) será necesario acudir a nuestro raquítico mercado de deuda para financiar al fisco. Si esto no se compensa con un incremento permanente de la oferta de ahorro la tasa de interés tenderá a subir, desplazando al sector privado del mercado financiero doméstico, lo cual afectará el crecimiento. La recuperación en 10 trimestres podría extenderse significativamente, retroalimentando el déficit fiscal. 

La pandemia dejará, en forma permanente, un nivel de endeudamiento considerablemente superior al que existía previamente, cercano a 12% del PIB, lo que implica que el mercado financiero doméstico debería más que duplicarse para proveer el fondeo necesario. 

Por ahora, el déficit se ha acumulado como liquidez excedente en el sistema bancario. Cuando los bancos comiencen a prestar, tendremos una presión adicional sobre la demanda agregada, lo cual requerirá, o bien, una suba de la tasa de interés que paga el Banco Central para limitar este fenómeno, o una presión adicional sobre precios equivalente a 3 o 4 años de una inflación de entre 30% y 40%. Esto requiere una administración del impuesto inflacionario sin precedentes.

Una administración con desempleo, pobreza e inflación creciente no puede generar crecimiento. Experiencias similares en el pasado generaron cambios políticos impredecibles. Ya era difícil antes del Covid 19. Las instituciones de la democracia podrían deteriorarse, con el consecuente impacto en la atracción de inversiones. La radicalización de las posturas de diferentes segmentos de la sociedad aparece como una clara amenaza.

La mayoría de las políticas que deben implementarse requieren sacrificios de la generación actual para hacer sustentable el bienestar de las futuras, fundamentalmente una reducción permanente del gasto público compatible con tasas impositivas que hagan posible el crecimiento en un marco de estabilidad. Los ajustes del gasto vía licuación por inflación no son permanentes. No se trata sólo del monto del gasto. Se trata de una reforma fiscal que hemos esquivado por décadas, que ahora debe encararse bajo una intensa tensión social y económica.

El actual patrón de gasto público está perimido. Si siguiéramos actuando de la misma manera sólo generará más miseria, más desigualdad, menos desarrollo y, por supuesto, graves limitaciones a la hora de enfrentar eventos como la pandemia u otros aún menos graves asociados a fenómenos globales.

¿Es posible una reforma fiscal que siente las bases del crecimiento? ¿Es posible que esto empiece antes de que finalice este año?

No hemos sido buenos administrando la abundancia, ¿seremos capaces de administrar la pobreza?