Las medidas financieras no son sustitutas de las reformas estructurales
Columna Perspectivas del mes de agosto. Esta sección del Centro de Economía Aplicada (CEA) de la UCEMA provee un análisis de destacados economistas con orientaciones y enfoques diferentes respecto de los problemas económicos de nuestro país y el mundo.
Una vez elegido Macri como presidente y antes de asumir, comenzó el debate entre gradualismo y shock. La política de shock fue caricaturizada como una política que se limitaba despedir a un millón de empleados públicos de un día para otro. Hasta donde yo sé, nadie propuso semejante cosa porque nadie en su sano juicio puede creer que 70 años de populismo pueden desarmarse en una semana o incluso en un solo mandato de cuatro años. Política de shock es anunciar un plan económico consistente, todo de una sola vez, para generar confianza y luego ir aplicando las medidas a una velocidad que contrarreste los efectos de la herencia recibida.
Mi impresión es que sobrevaloraron la imagen de Macri en el exterior creyendo que solo con que se sentara Macri en el sillón de Rivadavia, su buena imagen en el exterior y el hecho que el kirchnerismo ya no estuviera gobernando, iba a genera una lluvia de inversiones. Esas inversiones iban a hacer crecer la economía y con el crecimiento económico se iba a recaudar más. Si el gasto público se mantenía congelado en términos reales, la brecha fiscal iba a ir cerrándose gradualmente sin adoptar ninguna medida de shock ni reformas traumáticas. Nada de eso ocurrió en los hechos.
Al mismo tiempo, subvaluaron la imagen de Macri en el interior, creyendo que si adoptaba una política de shock no iba a ser acompañado por la población. La realidad es que si hubiesen contado con lujo de detalles la herencia k, la gente habría comprendido la necesidad de acelerar las medidas económicas. El apoyo político iba a venir de la gente forzando a la oposición a no obstaculizar al gobierno.
Lo concreto es que el gradualismo fue transformándose en inmovilismo dado que el acceso al financiamiento externo le permitió al gobierno de Macri no hacer grandes recortes de gasto público, salvo en el rubro subsidios económicos. Otro grosero error del gobierno fue hablar de déficit primario y déficit financiero, como si los intereses de la deuda no constituyeran un gasto. Es como si en una empresa, el contador nos informara del resultado del mes sin incluir los intereses pagados por el descubierto en el banco. Un disparate conceptual.
El gradualismo acumuló dos problemas que agravaron la situación fiscal. El primero fue el inmanejable stock de LEBACs al que se llegó y el segundo el creciente stock de deuda pública que incrementó notablemente el peso de los intereses sobre los ingresos tributarios.
El primer problema, el de las LEBACs, se les complicó a mediados de año. La inexperiencia no les permitió advertir que este mecanismo de: “te doy tasa, dame dólares”, ya se probó muchas veces en Argentina y siempre terminó mal. No existe el inversor que devengue indefinidamente una utilidad. En algún momento la realiza y cuando la realiza lo hace por el capital invertido más los intereses ganados. De manera que cuando el mercado se da vuelta y quiere recomprar los dólares, el modelo termina siendo explosivo porque la demanda de dólares es por el capital ingresado más los intereses devengados.
El segundo problema tiene que ver con los intereses de la deuda pública. Su peso sobre los recursos tributarios crece. Por ejemplo, en los primeros 7 meses de 2017 los intereses pagados representaron el 11% de los ingresos tributarios, en tanto que en los primeros 7 meses de 2018 pasaron a representar el 15% de los intereses tributarios, recordando que en todo 2016 los intereses de la deuda absorbieron el 13,4% de la recaudación.
Yendo al punto, lo poco que el gobierno baja el gasto público corriente, queda neutralizado por el aumento de los intereses pagados para financiar el gradualismo. En los primeros 7 meses del año, el déficit primario se redujo en $ 46.271 millones comparados con los primeros 7 meses de 2017. Por su parte, los intereses de la deuda aumentaron en $ 71.570 millones. Es decir, el costo financiero es mayor que la baja del déficit por el gradualismo generando los problemas financieros que obligaron al gobierno a salir corriendo al FMI a pedir ayuda.
Insisto, este gradualismo produjo dos problemas: 1) la acumulación de un stock de LEBACs que terminó en una corrida cambiaria y 2) el incremento de una deuda pública cuyos intereses se llevan buena parte de la recaudación tributaria.
A un año de las PASO, el gobierno no tiene mucho margen para implementar reformas del sector público en forma más acelerada. Por lo tanto, en caso de renovar el mandato, es de esperar que Macri no vuelva a comprar el “humo” de creer que con su sola presencia, mágicamente van a llover inversiones que harán crecer la economía sin necesidad alguna de reformas estructurales en materia fiscal, del sector público y laboral. Nunca los apoyos financieros tienen que ser tomados como sustitutos de las reformas estructurales, solo deben ser considerados como un puente corto hasta tanto se concretan las reformas estructurales.