Ciencias Políticas

Los unitarios y la construcción de una facción política en el ámbito de la campaña bonaerense, 1820-1830

Número
489
Autor
Ignacio Zubizarreta
Mes/Año
05/2012
Adjunto
Resumen

En 1829 la facción unitaria –con su líder Juan Lavalle a la cabeza- fue derrotada por los federales, liderados por Juan Manuel de Rosas. Los integrantes del primer movimiento político aludido debieron partir al exilio – principalmente al reciente creado estado uruguayo-, desde donde comenzaron a tramar estrategias para recuperar el influjo perdido. Empero, ninguna expedición unitaria organizada desde el exterior podía laurearse de éxito sin el apoyo fundamental de quienes residían aquende el Plata y contaban con los medios suficientes para auxiliarlos. Es por este motivo que en 1831 Rosas, en tanto gobernador de la provincia de Buenos Aires, ordenó a los jueces de Paz de la campaña bonaerense hacer un relevamiento detallando origen, fortuna, profesión, pero sobre todo filiación política de sus habitantes.2 Los resultados de la “Comisión clasificadora de unitarios y federales”, como se conoció tal iniciativa, constituyeron la base para elaborar una base prosopográfica que incorpora 500 registros, a través de los cuales intentaremos reconstruir la actividad de los opositores del régimen rosista en el interior bonaerense. Si bien los parámetros de clasificación utilizados en una lista de tal trascendencia política, confeccionada a su vez por actores que eran sumamente parciales, puede abrir serios interrogantes, en un cuidadoso estudio sobre las mismas, fuentes el historiador Jorge Gelman asegura que existen motivos para desconfiar de las calificaciones que los federales elaboraron sobre sí mismos – exceso de halagos y recomendaciones ante el gobernador–, pero que las efectuadas sobre los unitarios fueron más confiables.3 Podrían, tal vez, exceptuarse de esta consideración aquellos que fueron clasificados de unitario pacífico o unitario al parecer, puesto que, como en el caso de Cayetano Peña, pulpero de Ranchos, la catalogación resulta demasiado arbitraria: No habla mal de la federación ni del gobierno, pero se cree que debe ser unitario por lo mismo que calla, puesto que el que tiene la federación en el corazón no puede ocultarla. Desde motivos tan vagos como no apoyar formalmente a la Federación, hasta otros algo más tangibles como en el caso de Juan Rafael Oromi, vecino de Exaltación de la Cruz, quien cuando debía aportar caballos al ejército federal, escondió los gordos y presentó los inútiles, se puede ir reconstruyendo una cadena de actitudes, acuerdos y vínculos entre los vecinos de la campaña, que nos irá lentamente remontando hasta las esferas dirigentes de la facción centralista.