El socialismo moderno de cualquier siglo, es autoritario o no será. El aparato teórico que sustenta tal escuela de pensamiento (la cual no ha sido capaz de generar ajustes de significación sin perder su esencia, salvo las adaptaciones prácticas engendradas en su momento por Lenin) no admite el ejercicio de principios políticos democráticos ni de autonomía económica de los ciudadanos. Todo lo contrario.

En Venezuela, tal contradicción fue metabolizada gracias a la renta de un mercado petrolero en ascenso (2003-2008) y suavizada por la resignificación de una épica inexistente y de un relato de justicia que apelaba al resentimiento y la frustración social acumulada. Antes de estallar las previsibles consecuencias de una gestión restrictiva de todo tipo de libertades, la "revolución" pretendió morigerar su vocación, pero luego, frente a la reproducción del fracaso histórico de tales diseños, se ha visto obligada a adoptar nuevas políticas, honrando así una de sus primeras autodefiniciones: “pacífica, pero armada”.  

Sin embargo, la contundencia de una nefasta realidad expresada en varios indicadores negativos (2014-actualidad) se impuso y hoy, con cierto barniz liberal especialmente en lo económico, se pretende reflotar un régimen político represivo  y autocrático.