¿Qué es el hombre? En la larga trayectoria en la historia de la filosofía occidental, la definición más general y extendida lo presenta como un animal racional. Sin embargo, esta respuesta está lejos de ser satisfactoria, ya que el debate se genera justamente en cómo entender esta caracterización de nosotros mismos como seres racionales. La racionalidad humana es un tópico de interés en diversas áreas de la filosofía, pero esta charla se enfocará en la filosofía de la acción, nacida en la segunda mitad del siglo XX como la rama que se ocupa de estudiar las acciones humanas, entendiéndolas como aquellos comportamientos motivados por creencias, deseos e intenciones y explicables, en principio, en estos términos. El tipo de racionalidad que le interesa a la filosofía de la acción es la racionalidad práctica, es decir, aquélla que se predica de nuestras acciones y decisiones. En este contexto, nos preguntaremos qué significa ser un agente racional.

Existe un acuerdo extendido de que una de las características fundamentales de los agentes racionales es exhibir una coherencia interna entre sus actitudes intencionales, (típicamente, creencias, intenciones y deseos). Esta coherencia es el núcleo de lo que en la literatura se denomina “racionalidad estructural” y constituye una nota esencial de nuestro concepto de “agente racional” e incluso de la descripción de lo que podríamos considerar el agente racional ideal. En esta ocasión, me propongo analizar una serie de críticas que han señalado los límites y dificultades de la racionalidad estructural para caracterizar al agente racional humano y explorar algunas propuestas filosóficas que intentan entender la racionalidad práctica teniendo en cuenta la dimensión temporal y la construcción de la identidad de los individuos que toman decisiones y actúan en el mundo.