Donald Trump, América Latina y Argentina
Grover Cleveland fue el último presidente, no ya el único, en obtener dos mandatos presidenciales no consecutivos. Dada la enmienda constitucional (XXII) posterior a las sucesivas reelecciones de Franklin D. Roosevelt, Donald Trump ha ganado su segundo y último mandato (no consecutivo).
Muchas sorpresas ocurrieron en estas horas comenzando con el contundente triunfo de Donald Trump, las encuestas anticipaban un empate y una pelea voto a voto, lo que ya sabemos no ocurrió. Los sitios de apuestas por quién ganaba la batalla electoral fueron un mejor y más preciso termómetro de las preferencias electorales de los ciudadanos.
Las preguntas que se abren a partir de este momento son muchas, y la más importante para nosotros es: ¿qué puede esperar América latina? ¿Y Argentina? Las noticias no son buenas, no son alentadoras, y no por lo que sostienen los agoreros de la muerte de la democracia en los Estados Unidos (aquellos que hicieron y hacen silencio con Venezuela o Cuba) sino por otras razones. Primero, América Latina no es prioridad ni para los demócratas ni para los republicanos. El último intento de una relación más intensa y cercana fue el ALCA, cuya acta de defunción sellaron Chávez, Evo y Kirchner en Mar del Plata allá por el 2005. Casi 20 años, sí, pero a un presidente de los Estados Unidos le dijeron “fuera Bush”, y a diferencia de nuestras inconsistencias, para ellos ese fue un mensaje para Estados Unidos, no para Bush. Trasciende al presidente. Pero no habíamos terminado de tomar nota de todo aquello, cuando Lula y Chávez propusieron su Unasur y luego, tantos intentos de integración y cooperación que negaban la cercanía, la vecindad y la necesidad de contar con los Estados Unidos en esos espacios. Reclamando soberanía, no intervención y espacios de cooperación sin la “tutoría yankee”, naufragamos una y otra vez. Y les dimos la espalda. Así que ahora, más al sur del sur global, no reclamemos una atención y bajemos las expectativas frente a la realidad de los sucesivos desplantes que nuestros mandatarios han hecho (como el olor a azufre de Chávez en las Naciones Unidas refiriéndose a G.W. Bush)
Así las cosas, la agenda proteccionista de Trump choca con la necesidad de mercados que tiene la región, pero ahí está China (como ha estado en estos años) dispuesta a llenar ese vacío, y no pide instituciones democráticas ni transparencia.
La promesa de deportaciones masivas de inmigrantes ilegales acarrearía -de cumplirse- mayor inestabilidad en el triángulo norte latinoamericano, fundamentalmente en Centroamérica, donde sus ya frágiles democracias deberán afrontar ese desafío.
¿Es una oportunidad para la Argentina? Sin duda, la relación personal de Milei con Trump juega a favor de ambos, porque Trump necesita alguien que asuma el liderazgo en esta parte del continente que Lula, por distancia ideológica y por sus propios errores, ya no puede asumir. Y lo necesita como vocero, como muro de contención frente a la agenda de las dictaduras que pesan demasiado en la región. Argentina, por su parte, tiene las condiciones para asumir ese liderazgo que por tantas décadas, se nos escapó.
Directora de la licenciatura en Ciencias Políticas de UCEMA