Una moneda regional

Autor
Jorge C. Ávila
Medio
Ámbito
Mes/Año
21 de febrero de 2023
Jorge C. Avila

Políticos y economistas locales e internacionales se han hecho eco en diversos artículos periodísticos de la posibilidad de que el Mercosur, o más específicamente Argentina y Brasil, creen una moneda común. Esta propuesta se parece mucho a la dolarización en una cuestión fundamental. En los párrafos que siguen sintetizaré la idea de la dolarización, algunos aspectos de lo que ha trascendido sobre la moneda común y, por último, ordenaré los puntos básicos de un plan a tal efecto.

Una dolarización oficial ocurre cuando un país adopta de manera unilateral una moneda de primera clase. Dicha moneda puede ser el dólar de EE.UU., el euro u otra dentro del acotado abanico de las monedas de reserva del mundo. La dolarización oficial conlleva, obviamente, la supresión del banco central del país y la importación de: a) la oferta de la moneda elegida vía el superávit de balanza de pagos del país; b) el nivel de precios, la tasa de inflación y la tasa de interés de corto plazo vigentes en el país emisor de la moneda elegida. Pero lo más importante de la dolarización es el hecho de que el país acepta someterse a una autoridad monetaria que está afuera de la jurisdicción nacional. Lo cual significa que no podrá influir sobre su política de emisión.

En los largos años que llevo desarrollando la idea de la dolarización sostenible (que incluye la apertura bancaria y la apertura comercial) y exponiéndola en público, me he encontrado con el entusiasmo de unos pocos colegas y observadores y el escepticismo de muchos, si bien se nota un cambio en años recientes: ahora me prestan más atención. Atribuyo el cambio a la crisis de 2018/19 y a la aparición del candidato Milei.

Antes de 2018/19, cuando tomaba conciencia de que no valía la pena insistir en las ventajas de una dolarización, proponía a quienes me escuchaban la creación de un banco central regional. No desarrollé por escrito la idea porque, si bien podría arrojar un sistema monetario superior al existente, creo que la moneda regional es inferior a la dolarización.

A raíz de una inocente propuesta del ministro Massa al gobierno brasileño con el fin de crear una moneda común para pagar los saldos del comercio entre ambos países, ha tomado vuelo la idea de una moneda común en serio. El diputado Fernando Iglesias (La Nación, miércoles 8 de febrero) escribió el mejor artículo que leí sobre el tema. En esencia, Iglesias destaca que de esta manera “la política monetaria dejaría de depender del sistema político argentino.” En los párrafos que siguen, enumeraré algunos aspectos técnicos de la creación de un banco central regional (BCR):

1. Se crea el BCR y se eliminan los bancos centrales de los países signatarios del acuerdo. En consecuencia, se reemplazan las ofertas de dinero de los países signatarios por la oferta de la nueva moneda regional. Se crea así una nueva área monetaria que exhibirá un nivel de precios similar, una tasa de inflación similar y una tasa de interés de corto plazo similar en los países signatarios.

2. Cada país signatario tiene un único representante en el directorio del BCR, como ocurre en el Banco Central Europeo. Esto aseguraría que un país relativamente grande y crónicamente inflacionista como Argentina tuviera la misma gravitación en las decisiones del BCR que otro relativamente chico y estable como Paraguay.

3. La política del BCR consistiría en hacer crecer la oferta de la nueva moneda regional a una tasa baja y predeterminada, aproximadamente en línea con la tasa de crecimiento del PBI de la región, o aplicar una política de interest-rate targeting como se hace en EE.UU.

4. El tipo de cambio de la moneda regional con respecto al dólar de EE.UU. flotaría, pudiendo, por ejemplo, depreciarse cuando los términos de intercambio de la región caigan o apreciarse cuando suban.

La creación del BCR tendría muchas ventajas para Argentina. Las más importante es que haría converger la tasa interna de inflación en la tasa que observábamos en la región antes de 2020, nivel al que presumiblemente los países vecinos regresarán. Y tiene dos desventajas: a) en vez de manejarnos con una moneda de primera clase deberemos experimentar con una moneda sin historia; b) en vez de adoptar en forma unilateral una moneda de reserva, el reemplazo del peso por la nueva moneda regional dependerá del azaroso proceso político de creación de un ente supranacional.

Lo dicho supone que Argentina se abstendrá o le resultará imposible ejercer presión sobre la política de emisión de la moneda regional. En otras palabras, que los apuros financieros o la ideología gobernante en el país no podrán influir sobre la estabilidad monetaria regional. Creo que este supuesto no es válido ni siquiera hoy, cuando la gravitación económica y política del país se encuentra en un mínimo histórico.