El nuevo mercado laboral y los procesos educativos

Autor
Luisa Montuschi
Medio
Centro de estudios de la Educación Argentina
Mes/Año
Mayo de 2022
Luisa Montuschi

En el presente una de las más importantes cuestiones relacionadas con la educación se refiere al tema de la transición de los jóvenes desde el sistema educativo al mercado de trabajo. Y no puede ignorarse que esta situación genera serios problemas, estrechamente vinculados con una pobreza en continuo crecimiento.

Hoy nos enfrentamos con la “Cuarta Revolución Industrial” caracterizada por una fusión de tecnologías que está borrando los límites entre las esferas físicas, digitales y biológicas a una velocidad sin precedentes, a una tasa exponencial. La amplitud y profundidad de los cambios anuncia la transformación de los enteros sistemas de producción, management y gobernancia. Y la educación constituye uno de los aspectos que se verán afectados en mayor medida por estos cambios, que habrán de alterar la misma forma de desarrollo de nuestra vida futura.

Sin embargo, un aspecto que no ha sido suficientemente considerado en la mayoría de los análisis es el referido a la educación. Como bien hace notar un informe de 2016 del World Economic Forum “de acuerdo con una estimación corriente el 65% de los niños que ingresan hoy a la escuela primaria terminarán trabajando en tipos de empleos completamente novedosos que aún no existen en el presente”.

No cabe duda que los sistemas de educación vigentes han fallado en adaptarse a las cambiantes características de nuestros países y, a pesar de algunos cambios, no aseguran, tal como no lo hace el enfoque tradicional, el acceso a sistemas adaptables y flexibles que permitan un aprendizaje a lo largo de toda la vida, tanto de jóvenes como de adultos, y les faciliten la adquisición de las competencias necesarias para sobrevivir en una sociedad cambiante debido a las sucesivas revoluciones industriales. Y que, en todo caso, logren aprender a aprender en cada ciclo.

Si bien, como se dijo, algunos cambios ya se han instalado en nuestra sociedad, no se puede evitar plantearse la cuestión de cuál sería el sistema educativo que mejor prepararía a la gente para hacer frente a las profundas modificaciones que se están produciendo en la sociedad y en el mundo del trabajo del cual forman parte. Es cierto que la educación es, en general, un espejo de la sociedad. Pero ella no debe ser considerada culpable de los defectos de la sociedad que le dio origen ni exigirse que se convierta en el motor del cambio. Pero, es justo que se le pueda pedir que tenga suficiente flexibilidad y adaptabilidad para reflejar el mundo del presente y no ser una mera imagen del mundo del pasado.

Por supuesto, los docentes no pueden estar ajenos a tales cambios. Ellos, en buena medida, son los responsables de que los sistemas educativos no hayan sabido o podido adaptarse a tales cambios. Si ellos son los facilitadores del aprendizaje y los difusores del conocimiento también debe considerarse una obligación que asuman el deber de adquirir las competencias y habilidades para hacerlo y que se ubiquen en una línea de aprendizaje continuo. Pero, la escuela actual aparece impermeable a tales desarrollos y, de acuerdo con una encuesta de McKinsey los docentes aparecen satisfechos con su trabajo y con los conocimientos que imparten.

Como bien se ha señalado, es esencial hacer énfasis en las tecnologías por venir, que puedan ayudar a una más fácil adaptación a futuras revoluciones industriales. Pero también hay que enfocarse en la educación de los docentes y en procesos de aprendizaje a lo largo de la vida que deberán caracterizar sistemas de educación flexibles y adaptables.

Las nuevas tecnologías están creando y destruyendo habilidades, pero uno de los aspectos más destacables de los nuevos desarrollos está dado por la creciente importancia que la mente humana está asumiendo en los procesos laborales. En un futuro dominado por tareas intensivas en inteligencia, las actividades repetitivas y más rutinarias serán más fácilmente desplazadas. Una consecuencia importante de estos procesos de cambio está dada por las profundas transformaciones que se están produciendo en la organización del trabajo y de la producción. Así, se observa una creciente descentralización del trabajo y del management en los procesos productivos, la emergencia de nuevas formas organizativas (subcontratar, externalizar, redimensionar, contratar consultores), el avance de nuevas formas de trabajar (trabajo part-time, trabajo temporario, tiempo de trabajo flexible, autoempleo).

Hay otros aspectos importantes que se pueden apreciar en el nuevo mercado laboral. Uno, que no es independiente del anterior, está dado por la reaparición de los equipos de trabajo que la cadena de montaje y las organizaciones burocráticas habían hecho desaparecer. Y un desarrollo muy novedoso de estos nuevos equipos, técnicamente autosuficientes, está dado por el hecho de que no es necesario que los mismos desarrollen sus actividades bajo un mismo techo (organizaciones dispersas).

Estos cambios ya se han instalado en nuestra sociedad y esto nos lleva a plantear la cuestión inmediata de cuál sería el sistema educativo que mejor prepararía a la gente para hacer frente a las profundas modificaciones que se están produciendo en la sociedad y en el mundo del trabajo del cual forman parte. Es cierto que la educación es, en general, un espejo de la sociedad. Pero ella no debe ser considerada culpable de los defectos de la sociedad que le dio origen ni exigirse que se convierta en el motor del cambio. Pero, es justo que se le pueda pedir que tenga suficiente flexibilidad y adaptabilidad para reflejar el mundo del presente y no ser una imagen del mundo del pasado.

Lo que demanda la educación para el mañana es un mayor énfasis en la creatividad, la competencia y la capacidad para relacionarse con los demás. Deberá formar personas versátiles y prácticas que puedan llegar a ser productivas y a no depender de los demás. No sólo debería facilitar la transición de los jóvenes al mundo del trabajo sino ayudarlos luego a ser continuos aprendices a lo largo de su vida adulta. El aprendizaje a lo largo de la vida ya es una realidad para quienes alcanzaron los mayores niveles de educación formal o para los que ocupan los puestos de más alto nivel o tienen los recursos financieros necesarios. Pero el aprendizaje a lo largo de toda la vida debe constituir una estrategia que asegure para todo el mundo altos niveles de educación formal y las oportunidades para ampliar y actualizar sus conocimientos y habilidades a fin de mantener su empleabilidad y su capacidad de generación de ingresos.

Los mejores empleos serán aquellos que requieran elevados niveles de conocimientos (y de educación), que serán también los que suministren las mejores oportunidades de acumular nuevos conocimientos, en una suerte de mayor flexibilidad. Por lo tanto, los trabajadores más educados serán más flexibles y tendrán mayor capacidad para ajustarse a nuevas situaciones, aprender nuevas tareas y estar dispuestos a adoptar nuevos métodos para realizar las viejas tareas. Las nuevas organizaciones flexibles de la sociedad del conocimiento estarán basadas en el aprendizaje y en el conocimiento y serán a su vez generadoras del mismo contribuyendo al máximo desarrollo del potencial de sus integrantes.

Como ya se dijo la educación no podrá dejar de adaptarse a estos nuevos desarrollos. En el nuevo entorno que está surgiendo ya se vislumbra la importancia que está asumiendo la habilidad para resolver problemas, para trabajar en equipo y para organizar sucesivos ciclos de aprendizaje. Algunas líneas para futuros desarrollos educativos pueden ser planteadas sobre la base de lo que ya está pasando:

  1. La enseñanza de tipo técnico o profesional orientada a la formación de habilidades específicas para puestos específicos aparece como algo anacrónico.
  2. El aprendizaje deberá tender a ser organizado en forma cooperativa con mucho énfasis en el trabajo en equipo.
  3. La educación formal de los jóvenes sólo deberá ser vista como una etapa inicial de un proceso de aprendizaje que durará toda la vida. En la sociedad de la información y el conocimiento el trabajador ya no será definido en función del puesto que ocupa sino en función del acervo de conocimientos que ha acumulado en los sucesivos ciclos de aprendizaje, así como de la capacidad que ha generado para aplicarlos a una diversa gama de situaciones actuales y potenciales.
  4. Mayores niveles de educación producirán trabajadores más flexibles, más entrenables, más empleables y potencialmente más productivos.
  5. El aprendizaje a lo largo de la vida abarca todo tipo de desarrollos individuales y sociales en todo tipo de entorno: en las escuelas, en instituciones de aprendizaje informal.

Desde ya debe aceptarse que son necesarios cambios en la estructura de los sistemas educativos, cambios que no admiten demoras y que habrán de implicar ingentes esfuerzos y un nivel de compromiso de gobiernos, trabajadores, empresas y de la sociedad. Este compromiso es hoy inexistente en el marco institucional vigente y en los valores que la sociedad asume.

La persistencia del viejo modelo está originando una espiral descendente caracterizada por la pérdida de empleos, desempleo de largo plazo, obsolescencia de habilidades y por la pobreza. Esto será difícil de revertir si se deja pasar mucho tiempo. Pero la sociedad parece no asumirlo.

Sin embargo, la sociedad de la información, el conocimiento y el aprendizaje posibilitará que se genere entre sus miembros la creatividad y la flexibilidad necesarias para hacer frente a los continuos cambios económicos y sociales que caracterizan esta época. Y sólo la activa participación de todos sus integrantes, sin exclusión alguna, habrá de asegurar la prosperidad económica y la cohesión social.