Una región dispar en materia de defensa

Autor
Juan Battaleme
Medio
Clarín
Mes/Año
5 de octubre de 2022

El retorno de posiciones soberanistas en un contexto donde la interdependencia es utilizada como herramienta de coerción, deja sin margen a la clásica pregunta ¿para qué las Fuerzas Armadas? colocándolas en el centro de la discusión a nivel global.

Caído el mito del “seguro” frente a ocurrencias imprevistas en el plano externo, se revaloriza la condición de “cerradura” (disuasión) que mantiene al Estado y sus intereses seguro de la acción agresiva externa ayudando además en el mantenimiento del orden regional. No son algo opcional, son una necesidad como lo demuestra el contexto de rearme europeo.

Actualmente las preguntas relevantes son: 1)escenarios de utilización, 2) capacidades requeridas y 3) cuánto estamos dispuestos a pagar por tener una “cerradura” acorde a las necesidades contextuales.

Tal como evidencian las preocupaciones de nuestros vecinos y socios inmediatos, la calidad de vida, estabilidad en el mundo y de nuestra región están decayendo rápidamente como consecuencia de la existencia de las carreras por “lo que resta” (recursos) y por “lo que sigue” (próxima disrupción tecnológica), junto a una competencia global que se traslada a todas las regiones con variada intensidad restaurando el dilema de seguridad y sumándose desafíos al orden doméstico.

En la región, dos estrategias fueron elegidas para mejorar las capacidades militares: invertir de manera consistente en bienes de capital militar (modernización) y por el otro desarrollando alianzas pragmáticas, constantes y previsibles. En el ámbito sudamericano hay dos excepciones a esta estrategia: uno construyó una cerradura con proveedores alternativos y en soledad, el otro una narrativa de disuasión.

Los números del “Military Balance” del IISS (2022), reflejan que los procesos de modernización se encuentran en sus etapas finales dando lugar a un salto cualitativo acorde con las necesidades del siglo XXI. Brasil con U$S 32 mil millones es el actor con mayor peso en el plano militar, seguido por Colombia con U$S 6.8 y Chile con U$S.4.2.

Estos actores tienen el equipamiento militar más avanzado de la región y trabajan intensamente con Occidente buscando interoperabilidad e intercambiabilidad, doctrina reservada para quienes son parte de la misma grilla de intereses comunes en el campo de la seguridad internacional.

Chile ya opera desde buques los sistemas de lanzamiento vertical de misiles, y dispone de una capacidad de alerta temprana y control del espacio aéreo como son los aviones Sentry que se complementan con su dotación de F-16. Brasil desarrolla submarinos con Francia, sus propias capacidades de alerta temprana o transporte en sociedad con conglomerados electrónicos occidentales como British Aeroespace e incorporando a su dotación los Gripen. Ejercen políticas de “buena vecindad” pero basados en la capacidad de disuadir a posibles malos vecinos cercanos o a aquellos más alejados.

Las expectativas de principio de siglo por las cuales el mercado latinoamericano se abriera a países como Rusia y China se han visto truncas desde el año 2014. Argentina entre el 2013 y el 2020 ha recibido equipamiento occidental (Italia, Israel, EE. UU. Francia), las compras a China pueden ser consideradas misceláneas.

Ese reporte señala una sustancial declinación de las capacidades militares básicamente por la falta de inversión sustantiva, aun considerando el Fondef. La cerradura argentina flaquea y no aparece en el horizonte perspectiva de mejora. Entrando en la tercera década del siglo XXI debemos preguntarnos si podremos seguir viviendo en la tranquilidad de la ignorancia estratégica y que costo tendrá sobre nuestras futuras generaciones.