La democracia occidental, puesta a prueba en los cinco continentes
La nueva era de competencia geopolítica global lleva implícita una lucha por la legitimidad y supervivencia de la democracia. Las democracias occidentales, baluartes del orden liberal atraviesan convulsiones políticas internas. Además, pierden terreno a nivel internacional frente a potencias autoritarias que buscan romper el carácter liberal del orden internacional.
La interacción entre las condiciones geopolíticas internacionales y el desarrollo de la democracia es compleja y en constante evolución. Las cadenas globales de valor se fragmentan bajo el peso de la competencia entre Washington y Beijing. Los cambios tecnológicos aceleran la destrucción de las estructuras de producción y propiedad.
La inseguridad alimentaria y energética va en aumento. El cambio climático está mostrando sus efectos devastadores con cada vez mayor frecuencia e intensidad. La guerra ha retornado como instrumento de la política pública. Actores no estatales como el crimen organizado trasnacional desafían el estado de derecho y erosionan el monopolio estatal de la violencia. La seguridad colectiva internacional y los sistemas de gobernanza multilateral se encuentran paralizados o desarticulados.
En este contexto, la democracia está amenazada en los cinco continentes. Un hilo conductor que conecta el reciente golpe de Estado en Niger y el magnicidio de un candidato presidencial en Ecuador, atribuido al narcotráfico.
Para Samuel Huntington, la primera ola de democracias comenzó en el siglo XIX y terminó con Mussolini en el poder en Italia en 1922. La derrota de la Alemania nazi en la II Guerra Mundial inició la segunda ola de democracias para países como Japón y países que habían sido colonias.
La tercera ola se inicia con la Revolución de los Claveles en 1974 y se potencia con la caída del Muro de Berlín en 1989, clave para que el siglo XX finalizara con la mayor cantidad de democracias que el mundo había tenido en su historia. En América Latina la tercera ola de democracias comenzó en 1978 en República Dominicana y culminó con la derrota del Partido Colorado en Paraguay por Fernando Lugo en 2008.
Las crisis económicas, la inestabilidad política en países vecinos y la injerencia extranjera han contribuido históricamente a la erosión de la democracia. No obstante, la democracia en América Latina parece tener una resistencia admirable, siendo la región en desarrollo más democrática del mundo según el Índice de Democracia de The Economist 2023. Contrariamente, Estados Unidos ha experimentado una especie de “recesión política” durante la última década, caracterizada por la erosión de las instituciones, normas y prácticas democráticas.
Las instituciones internacionales pueden desempeñar un papel de apoyo a la democracia, pero también pueden utilizarse para socavarla. Las condicionalidades de los préstamos del Fondo Monetario Internacional han puesto bajo presión a más de un gobernante y la decisión de desembolsar o no un crédito han mantenido en suspenso decisiones de crecimiento y desarrollo.
El endeudamiento de países como Pakistán, Kenia, Zambia, Laos y Mongolia con instituciones chinas consume una parte cada vez mayor de los ingresos fiscales y agota las reservas de divisas que utilizan para pagar los intereses de esos préstamos. El extremo secretismo sobre cuánto dinero ha sido prestado y en qué condiciones genera graves fracturas en las coaliciones de gobierno y las condiciones de gobernabilidad Steven Levitsky y Daniel Ziblatt argumentan que las democracias pueden morir gradualmente, no sólo a través de violencias repentinas como golpes de estado o revoluciones.
Hay cuatro males principales que carcomen las democracias desde dentro: la erosión de la confianza en las instituciones, el debilitamiento de los controles y equilibrios, la caída de la participación cívica y la polarización o extremismo.
Según Latinobarómetro, en 2023 el apoyo a la democracia es del 48% y la insatisfacción del 69%. La concentración de la riqueza ha aumentado, lo que genera las condiciones para que las élites públicas y privadas utilicen su posición para enriquecerse a costa de corrupción y abuso de poder. La pérdida de confianza en las instituciones alimenta a las fuerzas extremistas y la polarización reduce el espectro para el diálogo, la negociación, el acuerdo y el consenso.
Mariano Turzi es Doctor en Estudios Internacionales de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) de la Johns Hopkins University. Profesor de Relaciones Internacionales (UCEMA-Universidad Austral)