La brecha de género de la que no se habla
Por suerte se va instalando en el debate público, en Argentina y alrededor del mundo, la existencia de muchas brechas que desafían los valores de igualdad de oportunidades y de derechos entre varones y mujeres. Sabemos, por ejemplo, que las mujeres en promedio ganan menos que los hombres. La famosa brecha salarial en nuestro país ronda el 20-25% en los últimos 5, años según la Encuesta permanente de Hogares (EPH-INDEC). Aún medido por hora, y controlando por región del país y por nivel educativo, las mujeres ganan un 21% menos, según estimaciones del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata.
También ha mejorado el registro del famoso techo de cristal, como las brechas en las posibilidades de acceso a los más altos niveles de responsabilidad en las organizaciones. Por ejemplo, entre altos directivos de empresas, las mujeres representan sólo el 20%, según relevamientos de la consultora Mercer. En los Directorios la situación es aún más desbalanceada, con sólo 14% de representación femenina, según estudios de KPMG y la revista Mercado. Y sólo 5% de mujeres ocupan el rol de Presidente en un Directorio.
Tenemos que continuar exponiendo estas brechas sobre la mesa. Reconocerlas, medirlas, estudiar sus causas, ya que son dinámicas críticas para propiciar cambios hacia una sociedad más igualitaria.
Sin embargo, es igual de interesante poner el foco en otra brecha, muy importante, de la que muy poco se habla: la brecha educativa. Brecha que, por cierto, corre en la dirección inversa a las previamente mencionadas. En Argentina y en muchos países alrededor del mundo, hace ya varios años que las mujeres se educan, en promedio, más que los varones.
El Censo Nacional, no el realizado en mayo pasado del cual aún no tenemos resultados publicados, sino el anterior, arroja la siguiente foto de la situación: de los 1.929.813 argentinos que tenían un título universitario entonces, 1.050.662 eran mujeres, y apenas 879.151 hombres. Por lo tanto, en el pool de candidatos para ocupar roles profesionales, el 55% son mujeres.
Había más profesionales mujeres que varones entonces, y con el correr de los años esta brecha se va haciendo cada vez mayor. En el último relevamiento de estadísticas universitarias del Ministerio de Educación de la Nación realizado en 2019 (estadisticasuniversitarias.me.gov.ar), las mujeres constituyen el 59% de los estudiantes de grado, 59% de los estudiantes de posgrado, y el 62% de los egresados en la Argentina, incluyendo todas las carreras y todas las universidades, tanto públicas como privadas. Apenas en 2006, las universidades tenían mayoría masculina, con sólo un 43% de mujeres en las aulas. Desde entonces, la matrícula femenina universitaria creció 59%, mientras que la masculina sólo un 11%.
La distribución por género varía bastante entre las diferentes disciplinas universitarias. Para hacer carrera en las empresas, la rama de estudio más relevante son las Ciencias Económicas, donde las mujeres constituyen el 60% aproximadamente del alumnado. Una de las pocas excepciones a esta tendencia de feminización de la educación superior son las ingenierías, aún de amplia mayoría masculina. Pero aún en ingeniería la brecha se está achicando, y hoy hay más del doble de ingenieras de las que había hace 20 años.
El punto no es menor. Las mujeres se están preparando más. Demuestran ambición y deseo de progreso con mayores niveles de inscripción a carreras de grado y posgrado. Demuestran mayor dedicación y perseverancia, con tasas más altas de graduación que los varones.
Cualquier organización que necesite contratar profesionales, mano de obra de alta calificación, y salga a buscarlos al mercado, se va a topar con una sobreabundancia de talento femenino.
Y así y todo no podemos lograr igualdad de acceso a puestos de alta calificación, ni niveles comparables de remuneración por trabajos comparables.