El largo plazo siempre llega
Es muy conocida la frase de 1923 de Lord Keynes que dice: "en el largo plazo estamos todos muertos". El argumento es muy fuerte: las decisiones que se tomen no deben postergar demasiado los beneficios porque no llegaremos a ver sus resultados. Si la situación actual es demasiado mala, hay que "hacer algo", aunque sea contraproducente a esperar a que una buena política dé sus frutos. Así argumentan quienes no quieren o pueden esperar a buenos efectos en el largo plazo y toman decisiones que pueden generar aún más problemas o -paradójicamente- convertirse en el obstáculo para llegar al objetivo deseado.
Los ejemplos abundan: dar un juguete a un chico caprichoso para que no llore ahora, gastar el dinero en una fiesta en lugar de ahorrar para la vejez, consumir sin ahorrar, o importar energía en lugar de invertir en explotación de recursos propios. Es cierto, hay confort ahora, pero mañana el problema continúa o será aún peor.
En finanzas el método que permite evaluar una política intertemporal (palabra elegante para decir que relaciona distintos momentos) consiste en "descontar" el valor de los flujos futuros a través de una tasa de interés o de costo de oportunidad (lo mejor que pudiera haberse hecho con ese dinero). Cien pesos hoy no son lo mismo que dentro de unos años, haya o no inflación. Todos preferimos tener el dinero hoy a menos que recibamos alguna tasa de interés o mejora para postergar su uso.
Si se dispone de los fondos, cuanto más alta sea la tasa de interés real, más atractivo se vuelve postergar el consumo actual. A la inversa, y tal como es la situación fiscal argentina, si se debe el dinero o se demora una inversión, más oneroso será. ¡Es muy evidente! Y sin embargo, es lo que constantemente hacemos como país.
En Argentina valoramos excesivamente el corto plazo, se consume en lugar de acumular capital. La famosa frase "combatiendo al capital" tiene la connotación que vale más el presente que el futuro, que más capital es malo, y por supuesto, esto afecta todo proceso de inversión y en definitiva, a la productividad que aumentaría vertiginosamente cuanto más capital (herramientas, tecnología) se disponga.
Las decisiones del BCRA respecto a tasa de interés son muy complejas ya que afectan de múltiples maneras. Si aumenta se estimula ahorro y evita consumo o que vaya al dólar, dos efectos que en este momento son muy razonables. Favorece al ahorrista y complica al deudor. Sin embargo, en nuestro caso hay que agregar que el propio BCRA es deudor y paga tasa de interés con lo cual cuanto más alta, más difícil será que cumpla. Esto genera un muy delicado equilibrio en la toma de decisiones que -hasta ahora- se toma con mucha prudencia.
Si la tasa de interés es el concepto que nos permite unir el corto con el largo plazo, son evidentes las dificultades que enfrentan todos los gobiernos del mundo, no solamente Argentina. Los bancos centrales de varios países más la Unión Europea han subido la tasa para aumentar el ahorro y combatir la inflación, lo que generará menos inversión y -tal vez- una recesión. Si no lo hacen, la inflación carcome el valor de sus divisas. La disyuntiva es terrible: recesión o inflación. Esa es una de las tantas razones por la que los Bancos Centrales deben ser independientes del poder político: cuanto más importante sea el corto plazo -léase elecciones cercanas- más se modifica la decisión.
Agrego que para sortear el corto plazo se suelen tomar medidas transitorias que se convierten en permanentes. Por ej el impuesto a las ganancias era por poco tiempo y lleva décadas o la prohibición de exportar carne era por 30 días y lleva 14 meses.
En Argentina el largo plazo está muy cercano. Los tiempos se aceleran, la sociedad aprende y se acomoda rápidamente a los cambios en la política monetaria. Aunque se privilegie el corto plazo, sabemos que el largo plazo nos alcanza... pronto! Por eso, y porque lo dice la experiencia, no se puede utilizar sólo la tasa de interés como instrumento y hay que tener una política fiscal sana, de la cual estamos muy lejos.
Si el gobierno en sus tres niveles reduce el gasto que oprime la actividad privada, ordena las cuentas y piensa en el futuro, invirtiendo en educación e infraestructura, podremos sortear el ahogo financiero de los próximos meses. Si por el contrario sólo se toman medidas monetarias y de corto plazo, nuestras posibilidades de crecimiento serán cada vez menores. El largo plazo siempre llega. Trabajemos para que sea venturoso.