Para que la comunicación empresaria deje de ser Anónima

Autor
Aldo Leporati
Medio
El Cronista
Mes/Año
24 de junio de 2022

En la Argentina de hoy, ser empresario no es para cualquiera. Menos aún con escenarios de tanta incertidumbre y vulnerabilidad, en donde existe un creciente malestar social por el impacto de la inflación en el precio de los alimentos.

Es importante entenderlo: es nuestro mal crónico y, según las encuestas, la evidencia apunta como culpable al Gobierno de turno. Es lógico entonces que los funcionarios quieran encontrar un chivo expiatorio o "la excusa perfecta".

¿Esto es nuevo? No, en los últimos 30 años todas las autoridades realizaron formidables ejercicios para distribuir las culpas de los ajustes económicos en poderosos e identificables fuera de su Gobierno. Alguien siempre tiene que pagar el costo político. Todos los días personifican a los empresarios con mucha voluntad, construyen nuevas teorías y los califican de irresponsables. En medio del desánimo social, generan temas centrales en la agenda mediática como, por ejemplo, "Hay empresarios que ganan demasiado y hacen padecer a la gente". Apuntan a que los enemigos son los sectores de mayores recursos y a sus supuestas "avivadas".

Ante este escenario, los empresarios deben ser hipersensibles ante el Tribunal de la Opinión Pública que día tras día padece la situación. Mucha gente la está pasando mal. Hoy gana el que mejor interpreta el comportamiento de las mayorías. Y aquí surgen preguntas: ¿Los empresarios son conscientes de su rol, lo han descifrado, por qué no son lo suficientemente empáticos?

Un ejemplo lo vivimos hace unos días cuando Federico Braun, propietario de la cadena de supermercados La Anónima, contestó a la pregunta sobre "¿qué hacía con la inflación?". Sin medir las consecuencias, con cierto humor, respondió: "Remarco precios todos los días".

No es lo mismo decir esto mismo ante pares que conocen bien que el empresario tiene que hacerlo cuando más del 45% del changuito son impuestos, que todos los días sube el gasoil de la logística, que aumentan las paritarias, entre otras presiones sobre los precios, que cuando esos dichos se filtran al 99% de la población que desconoce los verdaderos motivos de la remarcación.

Si en 30 años la mayoría de los empresarios no libraron una batalla cultural para explicar que no son los formadores de precios, no pueden esperar explicarlo con una declaración aislada. Antes, tal vez, bastaba con la norma de no solo ser sino también parecerlo.

Nuevas verdades

Pero en el entorno mediático actual de la pos verdad, para modelar la opinión de la gente las empresas tienen la obligación de demostrar y convencer que hacen las cosas bien. Nunca más apropiado recordar un refrán que mi padre siempre repetía: "El que calla otorga".

Las crisis constantes hacen que los empresarios siempre estén corriendo atrás de lo urgente, la supervivencia de todos los días, alinear todo el tiempo los objetivos, dejando de lado el mediano y largo plazo.

Muchas de estas crisis son consecuencia de no discutir los problemas importantes de largo plazo. Discutamos no la foto, sino la película, la causalidad del problema.

Liderazgos

Es el momento para un cambio. Para que los empresarios se conviertan en líderes. ¿Se han preguntado por qué en Argentina no hay un empresario líder como Steve Jobs? Aquí el esteoreotipo de empresario es más cercano a Lázaro Báez o Leonardo Fariña.

¿Por qué los jóvenes se hacen llamar emprendedores o entrepreneurs, y prefieren no ser llamados empresarios? ¿Tendrán vergüenza? ¿Por eso se van del país? Hace falta concientizar sobre qué es ser un verdadero empresario y, además, qué significa serlo en la Argentina, en donde existen muchos más desafíos y es menos sencillo.

Converso mucho con empresarios desde hace más de 35 años y siempre se quejan de esta mala reputación. Yo les pregunto cuánto invirtieron en los últimos 30 años para dar una batalla cultural para cambiar internamente primero, y luego externamente hacia la sociedad.

Qué esfuerzo hicieron para que se comprenda, por ejemplo, que para que haya empleados tiene que haber empleadores; empresarios que den empleo genuino de calidad y sustentable. Porque la sociedad no es consciente aún de que el sector privado es el que genera los dólares y el que paga los impuestos. Que hay una asimetría entre el relato y la realidad.

¿Hay solución para este desconcierto y confusión conceptual? Si. Veamos qué hacen las compañías en otros países cuando los gobiernos de turno quieren construir mitos anti empresa.

La semana pasada, Joe Biden, le reclamó a las petroleras de los Estados Unidos que produzcan más gasolina en medio de precios récord. "La crisis que enfrentan las familias merece una acción inmediata. Sus empresas deben trabajar con mi Administración para presentar soluciones concretas a corto plazo que aborden la crisis", les reprochó.

Estrategia

¿Qué hicieron las empresas? Sencillamente se defendieron, no se escudaron en la falacia del bajo perfil. ExxonMobil le respondió al Presidente con dos "sugerencias".

La primera, de corto plazo, que el Gobierno podría promulgar medidas que se usan a menudo en emergencias (con los huracanes, por ejemplo) como exenciones de las disposiciones de la Ley Jones y algunas especificaciones de combustible para aumentar los suministros.

Y para el largo plazo, Exxon le propuso al Gobierno demócrata que promueva la inversión a través de políticas claras y coherentes que respalden el desarrollo de los recursos de los EE.UU., como las ventas de arrendamiento regulares y predecibles, la aprobación reglamentaria simplificada y el apoyo a las inversiones en infraestructura, como los oleoductos.

Data mata relato. La declaración de ExxonMobil es un buen ejemplo de pasar a la ofensiva en respuesta a acusaciones que, de lo contrario, podrían hacer que una empresa retrocediera. Al hacer sus propias demandas, la petrolera transfiere parte de la responsabilidad al gobierno de los EE.UU., aligerando su propia carga y desviando la conversación de sí misma.

Comunicar o sucumbir. Los empresarios no están solo para atajar los penales, sino también para patearlos. El problema fundamental, en términos políticos y sociales concretos, es la desorientación comunicacional de los últimos 30 años. El mensaje fue errático o casi nulo.

Pero hay un cambio en curso: muchos mitos anti empresas se están resquebrajando, impulsados por las nuevas generaciones. Llegó la hora de concientizar sobre el rol del sector privado, imponer una agenda y desmitificar los prejuicios.