Lula da Silva va por la tercera
Lula gobernará, desde el 1° de enero, un país con polarización y estancamiento
El 2023 no será un año más para Lula da Silva: tras estar 580 días preso, el líder del Partido de los Trabajadores asumirá el próximo 1° de enero como nuevo presidente de Brasil, convirtiéndose en la primera persona en tener un tercer mandato desde que la democracia volviera al país vecino en 1985.
Lula, que derrotó a Jair Bolsonaro en un ajustado balotaje, se había convertido en la primera vuelta en el candidato que más votos recibió en la historia de Brasil, lo que demuestra que está más vigente que nunca.
Sin embargo, el líder del PT no tendrá las cosas fáciles a la hora de gobernar, ya que deberá hacerse cargo de un país extremadamente polarizado, a lo que se suma que la economía más grande de América Latina no atraviesa su mejor momento.
Según el IBGE, los niveles de pobreza y extrema pobreza de Brasil alcanzaron niveles récords durante el 2021. El año pasado, 62,5 millones de personas eran pobres, lo que equivale al 29,4% de la población total, mientras que unos 17,9 millones eran extremadamente pobres (8,4% de la población).
Pero este no es el único problema al que se enfrentará Lula: recientemente, el gobierno de Bolsonaro redujo sus proyecciones para el crecimiento económico del país en 2023 desde el 2,5% hasta el 2,1%.
Y, como si todo esto no fuese suficiente, y con el objetivo de cumplir una de sus promesas de campaña, Lula espera que próximamente el Congreso apruebe aumentar el gasto social en el presupuesto de 2023.
Si la Cámara Baja lo aprueba, Lula contará con US$ 27.900 millones para asistir a los más necesitados, aunque esto podría representar un importante problema a la hora de controlar la inflación, la cual este año alcanzó su pico desde principios de los 2000.
En diálogo con El Economista, Ignacio Labaqui, politólogo y profesor de UCA y UCEMA, consideró que "Lula tiene como desafío superar cierta desconfianza. El mercado se encuentra un poco nervioso por algunas de las políticas que pueda llegar a implementar y el nombramiento de Fernando Haddad como ministro de Hacienda no ha sido visto con muy buenos ojos".
Por otra parte, el otro gran desafío de Lula será reinstalar a Brasil como líder regional, tras lo que fueron varios años de cierto "aislacionismo" y cortocircuitos con los demás países de la región, todo generado por la política exterior de Bolsonaro.
En este sentido, Labaqui explicó que una de las cartas fuertes que tendrá Lula es que tiene el apoyo del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Esto se debe a que Bolsonaro, aliado del exmandatario norteamericano Donald Trump, nunca se mostró dispuesto a cooperar abiertamente con el líder demócrata e incluso llegó a acusarlo de que llegó al poder con fraude.
En este sentido, Labaqui dijo que "con el regreso de Lula al poder, Biden ahora tiene un claro interlocutor en América del Sur. Hasta ahora, no lo tenía, lo que dejaba como opción, un poco por default, a la Argentina, aunque no era el interlocutor ideal sino el posible".
"Ni Ecuador, un país muy chico e inestable, ni Chile, que desde hace varios años atraviesa un proceso de inestabilidad, eran buenas opciones, así como tampoco Bolivia, en donde Estados Unidos no tiene embajador", agregó.
También dijo que "Colombia sí podía ser un buen candidato, pero se encuentra muy lejos del Cono Sur, a lo que se suma la llegada de Gustavo Petro, lo que también le restaba puntos. Por lo tanto, el regreso de Lula le devuelve a EE.UU. un interlocutor en la región, lo cual no es poco".
Otro de los retos de Lula, como se mencionó al principio, será gobernar en un país extremadamente polarizado: en las elecciones, Bolsonaro se convirtió en el segundo candidato más votado en la historia de Brasil e incluso obtuvo más sufragios que en los comicios de 2018.
Esto se ha visto reflejado en la composición del Congreso, en donde, tanto en la Cámara Baja como en el Senado, el "Centrão", asociado con la centroderecha, obtuvo la mayoría. Además, el Partido Liberal de Bolsonaro quedó como la bancada más grande en ambas cámaras.
Pero, según Labaqui, "el otro gran desafío es el de gobernar con un Congreso que está relativamente corrido a la derecha. En el pasado, esto no fue un obstáculo, ya que Lula hizo coaliciones muy amplias y bastante heterogéneas en lo ideológico".