El mundo del Sr. Tetaz
Cabe ser pesimista en relación a las ideas que el Sr. Tetaz tiene con respecto a las empresas públicas.
Según diversas estimaciones, el déficit de Aerolíneas Argentinas ronda entre US$ 300 y US$ 500 millones anuales. Para el total de empresas públicas no financieras, el déficit total anual ascendería a 10 veces la cifra anterior.
Refiriéndose a Aerolíneas Argentinas, TV Pública, Radio Nacional y otras empresas públicas, Martín Tetaz recientemente afirmó: "Lo más razonable es que sean los propios trabajadores los que tomen las decisiones para hacer viables financiera y económicamente a sus empresas, con reglas de mercado".
La propuesta de Tetaz de transferir a los trabajadores la propiedad de empresas no resulta novedosa. Al respecto, en el Siglo XVIII los "socialistas utópicos", y posteriormente en el XIX los "socialistas fabianos" plantearon las bases filosóficas sobre las que se asienta este tipo de emprendimientos.
Los "kibbutz" en Israel, y más cercanas a nosotros las "empresas recuperadas" que surgieron luego de diversas crisis económicas, son ejemplos de empresas donde los trabajadores, y no los capitalistas, toman el control directo del proceso productivo.
Resumiendo, en sus diversas variantes, las empresas gestionadas por trabajadores (EGT) han sido motivo de considerable atención por parte de aquellos interesados en organización económica.
Los que apoyan propuestas similares a la de Tetaz argumentan que reemplazar al empresario por la dirección a cargo de los propios trabajadores tendrá como consecuencia mayor productividad. La razón es que al "ser dueños y no empleados", los trabajadores aportarán mayor esfuerzo e iniciativa para el bien de la empresa. Esto resultará en mejores resultados empresarios, los cuales van a parar a los propios trabajadores y no a un tercero, cuya "mera" función es dirigir. En la EGT, la dirección la realiza alguien elegido por éstos y no un autócrata. Como consecuencia de este proceso democrático interno, es de esperar buenos resultados.
La pregunta que sin embargo podemos hacernos es por qué, dados los argumentos anteriores, resultan de tan poca importancia las EGT en las economías capitalistas.
¿Qué ventajas tiene, en definitiva, que sea "el capital" el que contrata a los trabajadores, y no sean los trabajadores los que contratan al capital?
Si la EGT resulta más productiva que la empresa capitalista clásica (ECC), los trabajadores podrían, en efecto, acceder a capital en sus diversas formas, al menos inicialmente en una empresa de tamaño reducido que luego, gracias a su eficiencia, crece.
Se han planteado diversas explicaciones sobre el fracaso relativo de las EGT en relación a la ECC. En un importante artículo, los economistas Armen Alchian y Harold Demsetz argumentan que el rol central del empresario no es necesariamente "tomar riesgos" sino monitorear esfuerzo de aquellos que aportan recursos al proceso productivo: gerentes, proveedores, propietarios de tierra y máquinas, y por supuesto trabajadores.
El monitoreo resulta necesario pues: (a) el "esfuerzo" de estos aportantes de recursos les resulta costoso, y (b) la empresa se caracteriza por "trabajo en equipo". El trabajo en equipo es aquel en que la producción total no es la simple suma de los aportes individuales, sino que resulta de una interacción compleja de estos aportes. En última instancia el empresario monitorea en forma subjetiva estos aportes y premia y castiga según corresponda. El "premio" al monitoreo es el beneficio económico que la empresa obtiene, definiendo este beneficio como la diferencia entre lo que el "equipo" genera y la compensación que el equipo recibe por su esfuerzo. El empresario es así un "reclamante residual" de lo que queda luego de pagar costos.
El argumento de Alchian y Demsetz sugiere que eliminar al reclamante residual tiene un costo: se resiente la eficiencia con la cual el monitoreo se lleva a cabo. Esto reduce la productividad del equipo hasta el punto en que esta productividad puede ser menor al producto obtenido. La empresa entonces o colapsa, o sobrevive gracias a transferencias, típicamente del fisco.
La situación anterior caracteriza a las empresas públicas: monitoreo débil o inexistente resulta en equipos cuya productividad es abismalmente baja. Si estas empresas se "entregan a los trabajadores" nada se soluciona: el "gerente" que los trabajadores eligen no es un reclamante residual pleno, sino un simple empleado cuya retribución es independiente de la eficiencia con la cual realiza su tarea.
A esto se agrega el hecho de que en la EGT los trabajadores se resistirán o impedirán incorporar tecnología que reduzca costos a partir de reemplazo de trabajo por capital. La EGT tenderá, así, a emplear una proporción capital/trabajo menor a la óptima.
En definitiva: cabe ser pesimista en relación a las ideas que el Sr. Tetaz tiene con respecto a las empresas públicas. El costo de ideas equivocadas es muy alto: menor crecimiento económico, y por supuesto pobreza creciente. Estos costos ya son evidentes, pero sin embargo por alguna razón no logran revertir el flujo de ideas que les dieron origen.