Cómo nos interpela el 25 de mayo

Autor
Alejandro Gómez
Medio
El Economista
Mes/Año
25 de mayo de 2022
Alejandro Gómez

Hoy el mundo está cambiando como lo hacía a finales del Siglo XVIII y comienzos del Siglo XIX

El 25 de mayo de 1810 fue el día en que los miembros del Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires, Capital del Virreinato del Río de la Plata, decidieron tomar el control del gobierno colonial hasta que el Rey Fernando VII recuperara su libertad del cautiverio al que lo tenía sometido Napoleón.

De hecho, la Primera Junta de gobierno devendría en la Junta Conservadora de los Reales Derechos de Fernando VII. Mucho se ha escrito y dicho sobre este acontecimiento, indicándolo como el momento fundacional de la patria y la argentinidad. En realidad, se trata de un período de transición entre lo que dio en llamarse el Antiguo Régimen y la Modernidad.

Como todo proceso histórico, sujeto a interpretaciones intelectuales y manipulaciones políticas, lo que sucedió aquel día fue el inicio de un recorrido que muchos años después culminaría en la formación de la Nación Argentina.

Hechos similares se replicaron en toda Hispanoamérica en aquellos años. Lo que sucedió fue una lucha entre las élites criollas y españolas por espacios de poder (nada nuevo bajo el sol).

Ambos grupos pretendían ser los legítimos detentadores del mismo ante la ausencia del monarca.

La novedad no era la lucha por el poder, sino las ideas que irrumpían en la región como consecuencia de los que se llamó el iluminismo que, entre otras cosas, abogaba por la igual de derechos y el fin de los privilegios de la nobleza y el clero.

De todos modos, la Revolución de Mayo no significó la incorporación masiva de las clases populares al juego político. La experiencia de lo que había sucedido con la Revolución Francesa y los excesos cometidos en nombre de la libertad y la igualdad actuaban como un toque de atención ante la movilización política de la población (recién en 1912 se sancionaría la Ley Sáenz Peña, de sufragio universal, secreto y obligatorio).

En realidad, los patriotas tampoco tenían muy en claro cuál sería el derrotero de la decisión que tomaron el 25 de mayo.

Esta situación quedó demostrada en la reacción que tuvieron las provincias ante la decisión inconsulta del Cabildo de Buenos Aires. La versión oficial, que aprendemos en la escuela, nos dice que ese día todo el mundo sabía perfectamente qué hacer y qué modelo de país querían, tachando de traidores o antipatria a aquellos que se opusieron a lo decidido por el Cabildo.

Pero la situación era mucho más compleja, ya que las diferencias no eran solo entre criollos y españoles, sino, sobre todo, entre la gente de Buenos Aires y el resto de las provincias. Así, los debates y los conflictos se sostuvieron hasta comienzos de la década de 1860, cuando el país, finalmente, se encolumnó detrás de la Constitución de 1853.

A lo largo de esos años, los líderes políticos se enfrentaron por el control de los recursos (concentrados casi exclusivamente en la aduana de Buenos Aires), la libre navegación de los ríos interiores y la forma de gobierno que debería regir al país, unitaria o federal. Tomó un poco más de cinco décadas para que estas disputas se pudieran resolver.

El proceso ha sido largo e intrincado. No siempre se supo que hacer ni a hacia dónde virar. Los próceres de aquella gesta tomaron decisiones que ponían en riesgo sus vidas y sus propiedades.

Ellos cambiaron el rumbo de las que serían conocidas como Provincias Unidas del Río de la Plata, y al hacerlo permitieron el surgimiento de un país que, a lo largo del Siglo XIX, no sin sacrificio y esfuerzo, logró convertirse en una de las naciones más pujantes del mundo a comienzos del siglo XX.

Para ello, no se aferraron al pasado, sino que miraron al futuro que se les abría con las nuevas ideas que promovían la libertad. Dejaron atrás la monarquía absoluta y se embarcaron en un proyecto de construcción de una república, la cual quedaría refrendada en la Constitución de 1853.

Pero como en todo proceso histórico, el trayecto fue mucho más largo y complicado de lo que muchos creen (o nos quieren hacer creer), el mundo estaba cambiando y nuestros líderes se encaramaron detrás de ese cambio. Las ideas que propiciaban una mayor participación política y una apertura económica fueron las que motivaron su accionar.

Probablemente hoy el mundo esté cambiando como lo hacía a finales del Siglo XVIII y comienzos del Siglo XIX. Cambios tecnológicos, pandemias, cambio climático, nuevas formas de trabajar, nuevas maneras de relacionarnos, nos obligan a pensar otras formas de vivir. Hoy en día, el cambio parece ser lo único que se mantiene constante.

Si pretendemos progresar haciendo lo mismo que provocó la compleja situación en la que estamos, lo más probable es que no solo no solucionemos el problema, sino que lo profundicemos. Si queremos darle sentido a esta fecha patria, tomemos el ejemplo de aquellos que se decidieron a cambiar el rumbo como lo hicieron los hombres de mayo.

En épocas de cambio, el mundo sigue su curso sin detenerse a esperar a aquellas naciones que se empecinan en seguir aferradas a prácticas del pasado.

La nación se construye todos los días. Si vamos a celebrar la Revolución de Mayo, recordemos que, precisamente, el término revolución implica cambio radical. Es hora de dejar conceptos del pasado en los que el estado marque nuestra agenda y entrar en una etapa la cual libertad individual sea la que guíe nuestros destinos.

Este cambio de paradigma no es sencillo, pero tampoco fue sencillo para nuestros antepasados tomar la decisión de enfrentarse a la monarquía española, sin embargo, lo hicieron y por ello hoy recordamos aquella gesta.