Elecciones 2023: mantener abiertas las opciones

Autor
Marcos Gallacher
Medio
El Economista
Mes/Año
31 de octubre de 2023
Marcos Gallacher

Elegir senderos flexibles constituye una alternativa valiosa para lidiar con la incertidumbre.

Nuestro desarrollo como personas depende de la capacidad de aprender del mundo que nos rodea. Mantener una actitud abierta, evaluar alternativas, y tener, en palabras del premio Nobel Herbert Simon, cierto grado de "docilidad" en nuestra relación tanto con los que nos rodean como con los factores que escapan a nuestro control. 

Respondemos a incentivos materiales, pero estos no son ni los únicos ni necesariamente los más importantes en lo que hace a nuestro comportamiento. 

Al respecto, y volviendo una vez más a Herbert Simon, aspectos como la "identificación" con cierta organización o proyecto, y la "lealtad" hacia el mismo no son meras palabras, sino variables de importancia para explicar comportamiento humano.  

Pero hay un aspecto adicional a considerar en relación a progreso humano. Este se relaciona al valor de mantener abierta la posibilidad de tomar decisiones. Como ejemplo, para un empresario tiene considerable valor invertir en un activo "flexible", que puede en el futuro ser re-asignado a fin de aprovechar nuevas oportunidades. En contraste, una inversión "especializada" o poco flexible implica riesgo, pues cierra o coarta severamente la posibilidad de adaptación futura.

Elegir senderos flexibles, que permiten ya sea "dar marcha atrás" si las cosas no pintan bien, o por el contrario profundizar aún mas el camino elegido en caso contrario constituye así una alternativa valiosa para lidiar con la incertidumbre. 

Lo anterior es importante en condiciones donde, para salir del estancamiento, se deben descubrir opciones superadoras. En efecto, "prueba y error" o "experimentación" resultan de enorme valor cuando la alternativa es - en el mejor de los casos - languidecer. 

Los conceptos anteriores son relevantes para entender el problema de decisión que enfrentamos los argentinos el próximo 19 de noviembre. Mas allá de las bondades que ofrece cada candidato, hay algo que es innegable. 

Una de las opciones que podemos elegir, de triunfar, se alzará con una enorme cuota de poder, poder este asentado en un movimiento político que -con algunas interrupciones- gobierna desde hace décadas. Este movimiento ha permeado la justicia, la función pública, los sindicatos, él mundo artístico y a gran parte de la intelligentsia local. Ha mostrado enorme capacidad de adaptación, un considerable desprecio por la separación de poderes, uso discrecional de los recursos del Estado y el ejercicio de la presión sobre distintos segmentos de la sociedad. 

La otra opción no reúne, ni mínimamente, las características anteriores. Asumiría sin mayorías, sin un aparato político y -debe decirse- sin experiencia de gobierno. Pero con ideas que para muchos de nosotros son atractivas. Y otras, claro, que pueden no gustarnos. 

Pero si miramos a esta alternativa como una opción hacia el futuro, resulta claro que el mandato que eventualmente recibirá es revocable, ya sea en forma parcial en las elecciones de medio término, o en forma total al cumplir cuatro años de gobierno. Elegir esta opción implica dar oportunidad a ideas nuevas y modernas incurriendo en riesgos moderados. Esto pues siempre existe la posibilidad de volver a lo que ya se conoce: el gobierno por el movimiento político que hace décadas guía el destino de nuestra república.

Mas allá del programa de gobierno de cada una de las alternativas que se abren el 19 de noviembre, nuestra decisión debe tomar muy en cuenta los costos y beneficios de entregar el poder a un sector al cual será muy difícil retirárselo en el futuro, versus hacerlo a otro que, si no logra resultados, puede ser reemplazado dando así lugar al sano ejercicio de alternancia democrática.