Una economía que se debate entre la incertidumbre, el riesgo o ¿las certezas?
Argentina sufre incertidumbre política. Pero hay una certeza: no podemos crecer si la mitad de la población tiene actividades de bajísima productividad, si se limita al mercado interno, si la infraestructura se deteriora o si cambia de objetivos con frecuencia
Rencillas políticas, guerra en Rusia y a la inflación, grietas por doquier, a veces juntos pero no tanto, etc., son temas que generan un imán para prestar atención a la política. Más que en otros países, en Argentina la política es importante para entender cuánto y en qué forma puede afectar la economía.
La respuesta no es simple. Depende si estamos ante un contexto de riesgo o incertidumbre y las pocas certezas que tengamos. Primero tres definiciones.
El riesgo se refiere a casos para los que las probabilidades de resultados y sus posibles consecuencias se pueden evaluar previamente: hay experiencias o datos o algún tipo de teoría o modelo que se puede aplicar. En cambio, la incertidumbre se da en situaciones en que no es posible identificar o estimar los resultados, no hay datos o no hay un marco de referencia. Una certeza no requiere mayor explicación: todos estamos convencidos que ocurrirá (que luego ocurra o no es otro tema).
En Argentina tenemos sorpresas continuas, lo que en realidad nos ubica más cerca de un contexto de incertidumbre. Nos sorprendemos con las noticias, que muchas veces no están dentro de lo esperado. Sí, es cierto que sabemos que hay inflación pero no sabemos qué medidas se tomarán. Nos sorprendemos que se proponga prorrogar impuestos por 50 años (¡¡50 años!!) para fomentar algunas actividades, que no importa qué tan valiosas sean, significan una mayor carga en un país que necesita más actividad económica, nunca menos.
Otros temas no nos sorprenden. Por ejemplo: que los impuestos transitorios se vayan convirtiendo en permanentes. Nuevamente, sin juzgar si es o no una buena medida, sabemos que ha sido nuestra experiencia. En ese caso, hasta podríamos llegar a decir que será una certeza.
Ya sea por situaciones inesperadas o inconsistentes con el objetivo buscado, las familias y empresas buscan tranquilidad o refugio o mayores certezas. Estamos dispuestos a aceptar mayor riesgo (con nuestro dinero, tiempo o esfuerzo) si creemos que habrá mayores ganancias, pero nunca lo contrario. Nadie asumiría deliberadamente más riesgo sabiendo que tendrá peores resultados. Esto se aplica en todos los órdenes: pocos estudian si creen que no conseguirán trabajo, pocos invierten si el negocio pinta sin rentabilidad.
Es llamativo que se hable de “tranquilizar la economía” si al mismo tiempo continuamente hay nuevas medidas que sorprenden. Sobran los ejemplos: posibles impuestos a la renta inesperada o a la vivienda vacía, controles de precios, expropiaciones de terrenos, suspensión de contratos o exportaciones, etc.
Los impuestos se aplican a algunas actividades para que la actividad gravada se reduzca. Un viejo chiste de Tato Bores es que les pondrían impuestos a los pobres para que haya menos pobreza. No sé si es chiste cuando el BCRA para evitar la inflación absorbe Base Monetaria pagando tasa de interés que a su vez aumentará la Base Monetaria, que entonces generará inflación. Un perro que se muerde la cola.
La política de tipo de cambio afecta exportaciones y es muy atractiva para importadores. No sólo dificulta acumular divisas, sino que genera una inconsistencia: la única forma de mantener un tipo de cambio fijo definido por el BCRA es que tenga suficientes reservas para defenderlo. No es el caso. Por ello se ponen restricciones que algún día habrá que quitar. Como no sabemos cuándo, paraliza algunas actividades pero acelera otras, fundamentalmente las importaciones y dificulta firmar contratos ante una eventual devaluación. Pero si esta devaluación ocurriera, el costo que implica llevaría a las empresas a tener pérdidas o a intentar mejorar sus precios. Ha de ser por eso que los libros y la propia experiencia dicen que controlar el tipo de cambio no es una buena política antinflacionaria.
No sabemos cómo se desarrollará la crisis política dentro del Gobierno. Ni siquiera sabemos si realmente hay una crisis o es una forma de diluir responsabilidades de forma tal que si sale mal es culpa de sólo algunos, y si sale bien es mérito de todos. Se podría decir: “win win”.
Al mismo tiempo, las alternativas propuestas por otros partidos no están claras y ante una posibilidad de grave crisis económica, parecen machos cabríos midiendo el tamaño de los cuernos (perdón por la metáfora) pero sin llegar a una pelea frontal.
Si la política fuera un juego de cartas, no sabríamos si la próxima carta es un Rey, un as o sólo un cuatro de copas. Con los titulares de los diarios pasa lo mismo: ¿habrá auto golpe, mejores paritarias, paros? Peligrosamente, ante problemas cruciales en el gobierno sólo se utilizan herramientas que aumentan costos y no tienen mucha probabilidad de éxito, como nuevos fideicomisos u Observatorios.
Tenemos incertidumbre política y no están claros los efectos de las políticas actuales. A esto debiéramos sumar un nuevo nivel de incertidumbre: ¿Cómo se desarrollará la búsqueda de un nuevo equilibrio económico? ¿Abriendo la economía o con aún mayores controles? ¿Tendremos devaluación brusca o se mantiene un ritmo lento y menor que la inflación? De las expectativas dependerá lo que haga tanto el gobierno como los ciudadanos. No olvidemos que en economía lo único que importa es el futuro.
También tenemos que considerar que a medida que nos alejamos en el tiempo, las opciones van cambiando. Por ejemplo: podría haber una dolarización “ordenada” en el horizonte, pero claramente es imposible en el corto plazo. Sea lo que sea, ¿cuándo hay que empezar a protegerse? Recordemos que el costo de oportunidad es lo que se deja de hacer por tomar otra decisión. Hay un costo muy grande de esperar a que ocurra algo, aun cuando uno tuviera la certeza que va a ocurrir.
Hay una certeza que sí tenemos. Sabemos que un país no puede crecer si la mitad de la población tiene actividades de bajísima productividad, si se limita al mercado interno, si la infraestructura se deteriora ante nuestros ojos o si cambia de objetivos con frecuencia. Dado que es una certeza, empecemos a trabajar para eliminar esas restricciones. Creo que con éxitos en esos temas rápidamente desaparecerá la incertidumbre política. Al revés de lo que estamos haciendo.