De 2001 a 2023: el delicado arte de desactivar bombas
Jorge Remes Lenicov cuenta en un libro cómo rescató la economía tras la crisis de 2001; ¿qué enseñanza de entonces puede servir para salir de la situación actual?
En los turbulentos días de fines de 2001 y principios de 2002, sumergida en la peor crisis económica y social de su historia, la Argentina se asemejaba a una bomba de tiempo que había que desactivar lo antes posible. En aquel momento, se logró desarmarla y encaminar al país hacia la estabilización. ¿Se podrá hacer lo mismo hoy ante una situación que, si bien no es idéntica, presenta sobrados ribetes críticos?
“Quienes no conocen su historia están condenados a repetirla”, señaló el filósofo español Jorge Ruiz de Santayana; entonces, puede servir de guía para responder esa pregunta leer lo que sucedió la última vez que en el país alguien se animó a tomar el toro por las astas. Y eso lo cuenta en primera persona el hombre que lo llevó a cabo, el exministro de Economía Jorge Remes Lenicov, en su libro 115 días para desarmar la bomba. Historia íntima de la última vez que se sinceró la economía: cuáles fueron las lecciones de la crisis de 2001 que la política no quiso aprender, recientemente editado por Ariel.
Remes Lenicov explica a LA NACION que en este libro se propuso presentar aportes para el debate que seguramente generará la elección de las próximas autoridades nacionales. “Es un ensayo cuyos destinatarios son todos aquellos interesados en conocer distintos aspectos de la realidad argentina, y en particular, la dirigencia, sobre todo la política, que es la que se prepara para gobernar el país”, señala.
El hombre que tomó las riendas de una economía desbocada en aquel verano de 2002 no tiene dudas de que hay algunas claves de aquella receta que pueden servir como experiencia a un próximo gobierno. Y detalló cuáles son: “Acuerdos políticos para alcanzar una mayoría en ambas cámaras del Congreso; docencia sobre la crítica situación que se recibirá; convencimiento de la propuesta y respaldo explícito del presidente y los altos dirigentes de su partido; un programa integral para atender la macroeconomía, que tiene que estar ya elaborado al asumir porque habrá que implementarlo rápidamente”.
Según Remes Lenicov, se debe contar con ideas muy bien definidas en relación a las reformas estructurales, que deben comenzarse a tratar lo antes posible. “Es fundamental la unicidad de la política. El ministro de Economía y el presidente del Banco Central deben estar en la misma sintonía y tener una muy buena relación. En ellos se deben concentrar todas las decisiones finales y medidas que afecten la economía: presupuesto (gastos, impuestos y transferencias a provincias), financiamiento, aranceles, emisión monetaria, regulaciones financieras, tasa de interés, tipo de cambio, tarifas y salarios”, enumeró.
La biblioteca de aliada
En el libro se cuenta “la cocina” de decisiones que marcaron un antes y un después en la economía local. Una de ellas fue la de la pesificación. El autor recuerda que en la previa a las elecciones de 1999, cuando él y su equipo trabajaban en el plan económico que aplicaría Eduardo Duhalde si llegaba a la presidencia, habían analizado exhaustivamente cómo salir de la convertibilidad, hasta que cayó en la cuenta de que la solución estaba en su biblioteca: un libro en el que había una mención a lo que instrumentó el presidente Franklin Delano Roosevelt en la década de 1930 en los Estados Unidos.
“La cuestión era cómo salir de un tipo de cambio fijo bajo un sistema de caja de conversión. El mandatario estadounidense lo había resuelto con la ‘dolarización’, es decir, salió del patrón oro para ir al dólar, su moneda nacional. Nosotros, siguiendo ese ejemplo histórico, haríamos la ‘pesificación’, que no era otra cosa que salir del ‘patrón dólar’ (convertibilidad) para ir al peso, nuestra moneda nacional”, narra en el libro.
Detalles de igual tenor, salpimentados con anécdotas, hay en los capítulos donde se cuentan la salida del corralito, la crisis de los contratos, la devaluación, la aplicación de retenciones a la exportación, el congelamiento de las tarifas de servicios públicos y la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre otras cuestiones.
También aparece el acuerdo de Duhalde y Raúl Alfonsín, la unicidad de la política económica, las fuertes presiones enfrentadas, los errores políticos que condicionaron la estrategia y los resultados obtenidos. “Se comenzó a crecer a partir de marzo/abril de 2002, sin estallido social ni hiperinflación; al contrario, en el último trimestre del año la inflación fue de solo 3,1 % anualizada”, afirma el economista.
Al final, el libro repasa de las políticas adoptadas durante las dos décadas que se sucedieron tras esa gestión, en las que, según el autor, se muestra hasta qué punto las dirigencias políticas, y no solo los equipos económicos, no aprendieron de la dura lección de diciembre de 2001. Además, se explican algunas de las razones por las cuales la democracia restablecida en 1983 no ha sabido construir las bases materiales para alcanzar un desarrollo económico sustentable y se plantea cuáles son los diez principales problemas políticos, económicos y sociales a enfrentar para revertir el largo ciclo de estancamiento.
Veinte años después
Ahora bien, ¿cuán aplicables son aquellas lecciones a la situación actual? ¿qué tan parecida es la crisis actual a la de hace dos décadas?
El economista Federico Poli, exdirector ejecutivo por la Argentina y Haití en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), titular de la consultora Sistémica, opina que hay similitudes y diferencias, pero señala que en ambos casos hay precios distorsionados que hay que sincerar y un conjunto de desequilibrios macroeconómicos a corregir.
Según Poli, autor del reciente Más allá del liberalismo y el populismo. Una síntesis desarrollista para la Argentina (Sudamericana), entre las semejanzas están el bajo nivel de ingresos, la no generación de empleo privado y la imposibilidad de obtener financiamiento, externo y local. “Hoy la deuda está explotada, no tenés capacidad de financiarte. Cuando la economía no se puede financiar y no generás empleo significa que es una máquina que no funciona más. Entonces, después, hay un problema con el déficit fiscal, con el sector externo, con el tipo de cambio. El nivel de actividad en 2001 estaba en depresión económica; ahora, hace diez años que estamos estancados”, detalla.
Por el lado de las diferencias aparecen dos muy marcadas: la inflación desbocada y el atraso de las tarifas de los servicios públicos. “A la salida de la convertibilidad no tenías la necesidad de un plan de estabilización, porque no había inflación, pero sí, al sincerar el tipo de cambio, hubo que hacer una política muy responsable monetaria y fiscalmente”, explica Poli.
En medio aparecen otros contrastes como la dimensión del gasto público; en la actualidad éste es exorbitantemente mayor que en 2002. “El kirchnerismo suma 15 puntos de gasto público”, acota Poli. Además, para el especialista, el exceso de impuestos que asfixia hoy a la economía no existía en aquel momento.
En conclusión, Poli afirma que los grandes lemas que signaron aquella política económica son los mismos que deberían signar la salida del problema actual. “Esos objetivos son los mismos, a los que hay que agregar el programa de estabilización. Para que este sea exitoso, antes hay que sincerar los precios de la economía y encontrar equilibrios macroeconómicos. El éxito en aquel momento tuvo que ver con que se sinceraron los precios relativos, se generó superávit externo y fiscal, se fue prudente en lo monetario”.
Condiciones distintas
La visión de Diana Mondino, economista y profesora de Finanzas en la Universidad del CEMA (Ucema), es otra: “Las condiciones son muy distintas porque entonces lo que había era un problema de tasa, había un déficit fiscal minúsculo y se había hecho gran inversión en infraestructura y energía, cosa que el país se ha comido. Hoy hay un elevadísimo endeudamiento, 120% del PBI, cuando en aquel momento estaba alrededor de 60/70%. Entonces, tenemos mucha más deuda, mucha menos infraestructura, un salario real muchísimo más bajo, aumento de la pobreza, una gran cantidad de gente excluida de los sistemas formales y ya hemos tenido experiencia en violación de contratos”.
En contrapartida, dice Mondino, la crisis de 2001 fue muy profunda porque hubo tres cosas simultáneas: el default, la devaluación y la pesificación asimétrica. “Una vez que defaulteás, la devaluación te lo hace más caro y la pesificación asimétrica destruye los ahorros. No veo que esas circunstancias estén ahora, no hay clase media con ahorro, no tenemos inserción en el mundo y la deuda es mucho más alta, aunque no hay drama porque no la estamos pagando. El gran problema es que tenemos un déficit terrible que no teníamos en 2001″, subraya.
La economista opina que hay que sincerar la economía, no poner retenciones ni restricciones, y que el precio sea el que tenga que ser. “Ahora hay controles de precios, retenciones, brecha cambiaria, y por eso un sinceramiento es indispensable; pero, como los sueldos son muy bajos hay dos caminos: una fenomenal reducción del gasto público o un salto en los precios que están atrasados”.
En lo que debería haber una similitud con lo que sucedió hace dos décadas –esa sería una de las claves para empezar a “hacer lo que hay que hacer”, dice Mondino– es en el grado de temor de los dirigentes. “Solo si tienen mucho miedo van a estar dispuestos a acompañar medidas que son muy drásticas, pero necesarias”, remarca.
En 2002, según Mondino, hubo una cuestión de timing y oportunidad. “Ya estaba la cosecha de soja y se aplicó una retención sobre algo cuyo gasto de siembra ya se había hecho antes. Eso de poder aplicar las retenciones fue positivo, pero las dejaron y para la siguiente cosecha ya tenías los insumos con el dólar a 3 pesos. Eso fue un error. Ahora, en cambio, tenemos una cosecha con problemas, y no hay margen para subir las retenciones. Hay chances de salir de esta crisis, pero la situación hoy es mucho más difícil, y no están disponibles las mismas herramientas que aquel entonces”, dice.
El gasto público
El economista Aldo Abram, director de la fundación Libertad y Progreso, opina que en ambas crisis la madre de todos los problemas fue el exceso de gasto público. Sin embargo, dice, en el resto de sus características no se parecen. “En ese momento teníamos un Banco Central muy solvente, que contaba con los dólares para pagar todos los pasivos que tenía, mientras que hoy está absolutamente quebrado”, analizó.
A la hora de vislumbrar una salida de la situación actual, Abram comenta que será necesario hacer reformas estructurales urgentes. “No creo que eso lo pueda hacer el actual gobierno, porque carece absolutamente de credibilidad. Sí lo podría hacer una próxima administración, que debería contar con el apoyo de la oposición, delinear cómo se va a hacer cada cosa, con un cronograma y una hoja de ruta sobre cómo se van a resolver los principales problemas del país. Es decir, cómo se va a reformar el Estado en el tiempo, cómo se va a hacer que baje el gasto público en el tiempo, cómo hacer que bajen los impuestos, cómo se va a desregular la economía, cómo se va a reformar el mercado laboral, entre otras cuestiones”.
Para Abram, todo eso hay que hacerlo al otro día de asumir el nuevo gobierno. “Hay que aumentar la credibilidad enfrentando rápidamente los problemas de fondo y presentando todos los proyectos que sean necesarios. El día uno también es vital, porque credibilidad es crédito para poder manejar la tremenda deuda que está dejando este gobierno en pesos, en dólares, en todas las monedas. Además, eso también va a permitir renegociar facilidades extendidas. Pero lo principal es levantar el cepo cambiario, para favorecer la liquidación de divisas. El que se demore en salir del cepo va a tener un estallido”, advierte el economista.
Poli subraya que, así como en aquel entonces hubo una alianza política entre Duhalde y Alfonsín, con el apoyo de los sectores productivos y la Unión Industrial Argentina (UIA), hoy debería darse lo mismo. “Y después instrumentar un fuerte programa de inversiones, de manera bastante inmediata, generar empleo que te permita un horizonte de mejoras de los ingresos. Pero hay que salir a buscar esas inversiones y armar un marco regulatorio con un horizonte predecible. En síntesis, hay que tener la claridad conceptual, la alianza política que sustente ese proceso y ser muy activo en materia de inversiones. Además, hay que emprender reformas regulatorias de gran calado”.
Más allá de la receta que se adopte, debe haber, como lo remarca Remes Lenicov, acuerdos políticos y respaldo explícito del presidente y los principales dirigentes de su partido a la estrategia elegida. Esto, sumado a la pericia técnica y al total convencimiento de lo que se está haciendo, puede llevar a una salida de la actual encerrona, tal como ocurrió hace dos décadas. De lo que nadie está seguro es de si esta vez bastarán 115 días para desactivar la bomba de la economía argentina.