¿Hay un giro a la izquierda de los votantes de América Latina o un rechazo a los oficialismos?

Autor
Ignacio Labaqui
Medio
La Nación
Mes/Año
31 de octubre de 2022

Además del triunfo de Lula en Brasil, en el último año la región ha visto cómo las candidaturas progresistas se han impuesto en Chile, Honduras, Perú y Colombia

RIO DE JANEIRO.– Con el triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones de este domingo en Brasil, la izquierda latinoamericana consigue retomar el control del principal bastión y economía del continente en un año en el que también por primera vez en su historia Colombia cuenta con un gobierno progresista.

La victoria de Lula tiene una repercusión geopolítica fundamental para el continente ya que no solo implica la dura derrota para la ultraderecha que encarna Jair Bolsonaro sino también la consolidación de una segunda ola de izquierda, recordando la de principios de los 2000, en una región que en el último año ha visto cómo las candidaturas progresistas se han impuesto en Chile, Honduras, Perú y Colombia.

Sin embargo, los analistas advierten que esta vez es muy diferente, con una tendencia más hacia el pragmatismo que a la ideología. “Las victorias de Boric, Castillo, Petro y Lula hacen pensar que estamos ante una nueva ola de izquierda, como la que hubo a principios de siglo. La realidad es que lo que hay son oficialismos que pierden elecciones. Desde abril de 2018, cuando el Partido Colorado retuvo el poder en Paraguay, ningún oficialismo ha podido ganar una elección presidencial, si dejamos de lado los casos de Nicaragua y Venezuela donde no hubo elecciones libres”, explica a LA NACION Ignacio Labaqui, analista político, profesor de la UCA y UCEMA.

“No es que los latinoamericanos se estén volviendo más izquierdistas”, coincide Michael Shifter, del think tank Diálogo Interamericano. “Es más una tendencia de rechazo que otra cosa... gente buscando una alternativa”.

El salto a la izquierda fue impulsado principalmente por la crisis económica, que se agravó con la pandemia de Covid-19. América Latina fue una de las regiones más golpeadas: muchos se sintieron ignorados, incluso denigrados, por la clase política a medida que la pobreza y la desigualdad se agudizaban. Según el último informe de Latinobarómetro, la insatisfacción con la democracia viene en aumento en la región, y midió 70% en 2020.

Y el voto castigo pasó factura.

De nada han servido las campañas de la derecha de desprestigio y estigmatización sobre las apuestas de la izquierda, a la que se acusa constantemente de pretender en sus países una deriva a la venezolana.

En Brasil, además, Bolsonaro fue un líder particularmente polémico y su posición escéptica ante el Covid es considerada en gran parte como una de las causas del enorme saldo de más de 685.000 muertes por la pandemia. Durante su gobierno también se disparó la desforestación en la Amazonia, tras sus políticas de impulso al agronegocio y el desmantelamiento de instituciones que la protegían.

Pero sigue teniendo el respaldo de la mitad del electorado que valora su agenda de valores tradicionales y su manejo de la economía.

A Lula por su parte se le reconoce haber sacado de la pobreza a unos 30 millones de brasileños en sus anteriores mandatos gracias a programas sociales financiados por el boom de las materias primas. Acabó su presidencia en 2010 con una aprobación cercana al 90%. Pero quedó manchado por acusaciones de corrupción y una condena que en 2018 lo llevó 19 meses a la cárcel, finalmente anulada por motivos procesales. Su figura genera también un gran rechazo en Brasil.

Es algo relativamente novedoso que los dos candidatos más votados cuenten con un alto nivel de rechazo. Y es un problema de cara a futuro para quien llega al poder”, observa Labaqui.

Sin motor ideológico

Lula formó parte de aquella “marea rosa” original, con la que llegaron al poder líderes como Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador y Hugo Chávez en Venezuela.

“Había una ola muy optimista de gobiernos de izquierda que intentaban reducir la pobreza, hacer frente a la desigualdad”, dijo Guilherme Casaroes, analista político de la universidad Fundación Getulio Vargas. “Y las condiciones económicas eran mucho mejores”.

Luego llegó la crisis financiera mundial que asoló a una América Latina dependiente de las exportaciones, y desencadenó en un cambio reactivo hacia la derecha. Pero esos gobiernos tampoco afrontaron eficientemente la situación y, en 2018, México fue el primero en revertir la tendencia con la elección de Andrés Manuel López Obrador, quien está entrando en su recta final como presidente. Le siguieron la Argentina de Alberto Fernández y la Bolivia de Luis Arce.

Esta nueva “marea”, si puede catalogarse como tal, no tiene el motor ideológico que movía a la anterior. “Los gobiernos de izquierda que tenemos en América Latina hoy son muy diferentes entre ellos”, insistió Casaroes. “Están los gobiernos autoritarios como en Nicaragua y Venezuela, tenemos populismo de izquierda en México, y gobiernos relativamente débiles en Chile, Colombia y la Argentina”.

La vuelta de la izquierda también trajo consigo eventos históricos como la elección de Xiomara Castro en Honduras, convirtiéndose así en la primera mujer que gobierna el pequeño país centroamericano, la de Gustavo Petro, en Colombia, primer mandatario de esta ideología que dirigirá desde Casa Nariño, o la del hijo de campesinos, Pedro Castillo, en Perú.

El del peruano es el mandato más convulso por el momento de esta nueva ola de la izquierda latinoamericana. Las sospechas y acusaciones de corrupción, así como la salida casi constante de miembros de su gabinete, rodean a un Castillo acorralado por un Congreso hostil que desde el primer momento ha buscado echarle de cargo.

En Colombia, por su parte, las aspiraciones de superar el enquistado conflicto interno agravado durante el anterior gobierno de Iván Duque llevaron a Gustavo Petro a la victoria en las elecciones, mientras que, en Chile, Gabriel Boric se convirtió en el jefe de Estado más joven en ser elegido.

Por su parte, Lula –considerado como un izquierdista fiscalmente moderado y pragmático, más que radical o populista– tendrá dificultades ante cualquier proyecto de fomento de integración regional.

“Es un giro a la izquierda menos cohesionado”, señaló Leonardo Paz, consultor para Brasil del think tank International Crisis Group. Y Brasil sigue esta tendencia tras Bolsonaro. “Si Lula no tiene éxito (...), si no satisface al elector brasileño, este votará contra él (en las próximas elecciones) y a favor de alguien más hacia la derecha”, proyectó.

“El problema ahora para Lula, y para cualquiera que gana elecciones en América Latina, es gobernar en un contexto económico internacional adverso y atender demandas sociales crecientes, que se vieron agravadas por la pandemia. Algo que uno ve cuando mira la región es que, salvo unas pocas excepciones (Bukele, AMLO), la popularidad de los presidentes tiende a caer muy rápidamente. Boric, Lasso y Castillo son ejemplos de esto”, señala Labaqui.

La derecha se resiste

En Ecuador, uno de los pocos países en la región dirigidos desde la derecha, las fuertes y en ocasiones violentas protestas por el aumento de los precios de los combustibles, los alimentos y los bienes de primera necesidad de medidos de año han supuesto un importante desafío para Guillermo Lasso. Paraguay y Uruguay, así como El Salvador en Centroamérica –con otros cuatro países más al centro del espectro político–, son el resto de países con gobiernos conservadores.

La izquierda tampoco está tan consolidad en el mapa y nada garantiza su continuida para los próximos períodos. Se ve en las protestas como las que se han vivido en la Argentina casi desde que Fernández fue elegido; en Chile, donde Boric, como ya hicieron anteriores gobiernos tiene que seguir haciendo frente a las fuertes manifestaciones por la cuestión mapuche que llegan desde el sur del país; o en Cuba y Nicaragua, donde la oposición exige la salida de sus respectivos gobiernos y mayores dosis de democracia y libertad.

Con información de agencias AFP y DPA