Liderazgos democratizadores versus autocratizantes
El escandaloso gobierno de Alberto Fernández es solo una muestra de lo bajo que han caído las élites políticas latinoamericanas
Decía la canción de Serrat «al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar», con ese espíritu, los primeros presidentes de América latina que fueron partícipes de los procesos de transición a la democracia pensaban que el autoritarismo había quedado atrás. Que era cosa del pasado, un pasado que no se repetiría. Corrían los años ochenta, y la historia se reiría una vez más.
Más allá de las apreciaciones ideológicas, los aciertos y los fracasos, Alfonsín, Aylwin, Sanguinetti, Sarney y tantos otros que no pongo en este breve artículo, compartían una característica en común: eran líderes democratizadores. Vistos a la distancia, y repito, a pesar de sus errores, nos llevaron por el camino de la democracia buscando consenso, incentivando tendencias centrípetas, eran líderes fundacionales, responsables, pensaban nuestros países para el largo plazo. La democracia era su objetivo desde su más profunda convicción.
Hoy, los líderes de nuestra región muestran liderazgos autocratizantes, vacíos de toda ética en el ejercicio del poder, estimulan la polarización de la sociedad y descansan sobre ella, reivindican tendencias centrífugas, obviamente no buscan el consenso pero tampoco respetan el disenso. Para estos líderes, el estado es un coto de caza que puede ser loteado. El neopatrimonialismo está siempre a la orden del día. El escandaloso gobierno de Alberto Fernández es solo una muestra de lo bajo que han caído las élites políticas latinoamericanas. No es el único, quizás sí el más reciente o el más obsceno. Y sí, son responsables.
Así hemos transitado las últimas décadas, ¿a quién le extraña la falta de consolidación democrática entonces? Decían Linz y Stepan que para que las democracias se consoliden debían darse ciertos requisitos que podían veri1carse en las arenas de la consolidación democrática. Primero la arena procedimental, los conflictos son procesados mediante el método democrático; desde el punto de vista de las conductas ningún actor promueve alternativas no democráticas, la democracia no es solo una forma de llegar al poder, es LA forma. Finalmente, desde el lado de las actitudes, la mayoría de la opinión pública cree que la democracia es la mejor forma de gobierno.
Algunos datos del último informe de Latinobarómetro echan sombra sobre este punto: «No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas: esta primera pregunta aborda el tema del poder que un ciudadano entrega a través del voto a un gobierno que pasa por encima de las leyes, aunque no es militar. Una actitud claramente populista-autoritaria. En los últimos veinte años, entre 2002 y 2023, este indicador aumentó en la región del 44% al 54%, con un ritmo pausado pero consistente, que consolidó esta opinión como mayoritaria en varios países». (Latinobarómetro 2023). Respecto al apoyo a un gobierno militar, el mismo informe pregunta «Apoyaría a un gobierno militar en reemplazo del gobierno democrático, si las cosas se ponen muy difíciles: la demanda en América Latina por un gobierno militar ha crecido en el tiempo, aunque con altos y bajos, desde un 24% en 2004 a un 35% en 2023. El máximo obtenido ha llegado en 2023 con el 35%.
La contracara de estos datos son los partidos políticos y su responsabilidad –o irresponsabilidad–. Por primera vez en 2023 Latinobarómetro preguntó sobre si los partidos políticos funcionan bien, la respuesta fue contundente en contra de los partidos: el 77% afirmó que los partidos no funcionan bien. El máximo acuerdo con la frase (los partidos funcionan bien) fue en Uruguay (38%), mientras que en otros ocho países el 80% o más de la población está en desacuerdo. En Perú nueve de cada diez dicen estar en desacuerdo. Como sostiene el informe «los datos acusan a los partidos en todos los países. No hay ningún país de América Latina donde los ciudadanos perciban mayoritariamente que los partidos políticos funcionan bien».
Decíamos al inicio que estos liderazgos son, además de todo, autocratizantes: ahí tenemos para contraponer el ejemplo de Lula y Petro con Sarney o con Alfonsín, estos últimos apoyando la democracia y las transiciones en toda la región; los primeros, convalidando la dictadura de Nicolás Maduro y su sistemática y persistente violación a los derechos humanos. Estos líderes no honran el legado de aquellos que, al final, dejaron su vida para que pudiéramos vivir en democracia.
Constanza Mazzinaes directora de la Licenciatura en Ciencias Políticas UCEMA.