La micropolítica de Javier Milei

Autor
Ezequiel De Francesco
Medio
La Voz
Mes/Año
16 de junio de 2024
Ezequiel De Francesco

Es irrelevante si Milei habla en España o en Argentina: su público es global, al igual que su cruzada ideológica, y su consenso se empieza a construir a nivel internacional.

El presidente de la Argentina, Javier Milei, dio hace unos días un fuerte discurso en el Palacio de Vistalegre, Madrid, que desencadenó un giro en las relaciones diplomáticas con España. Fue en el marco de una convención de formaciones de derecha organizada por el partido español Vox.

Allí, aunque sin mencionarla, Milei se enfocó en la investigación judicial que tiene como principal protagonista a la esposa del presidente español Pedro Sánchez: “No saben qué tipo de sociedad y país puede producir el socialismo y qué calaña de gente atornillada en el poder y qué niveles de abuso puede llegar a generar. Aun cuando tenga la mujer corrupta, se ensucia y se toma cinco días para pensarlo”, enfatizó el mandatario argentino.

Horas después, el Gobierno español exigió un pedido de disculpas públicas a su homólogo argentino. Lejos de disminuir la tensión, el conflicto diplomático siguió escalando, a punto tal que el país europeo anunció que tomaba la decisión de retirar a su embajadora en Buenos Aires, María Jesús Alonso Jiménez, porque el presidente Javier Milei no se disculpó por llamar “corrupta” a la esposa de Sánchez.

Lo que muchos no entienden y se preguntan es: ¿por qué? ¿Cuál es la necesidad de viajar hasta Europa e iniciar un conflicto tan inesperado como innecesario, pese a que en la Argentina no cabe un problema más? Con la brutal recesión que atraviesa el país y la Ley Bases luchando por nacer en el Congreso, no debería haber lugar en la agenda del presidente argentino para encarar pleitos ideológicos.

Sin embargo, Milei considera estas cruzadas libertarias en defensa de sus ideas casi tan importantes como bajar la inflación a un dígito.

Y es que la estrategia del libertario para construir poder está acorde con los tiempos de hoy y se fundamenta y sostiene en la llamada “batalla cultural”. Ganar la discusión por las ideas es lo que llevó a Milei a ocupar el sillón de Rivadavia, y hasta ahora le está dando resultados para mantener altos niveles de popularidad, a pesar del severo ajuste que su Gobierno está llevando adelante.

Y es que Milei demuestra ser hasta ahora el político que mejor entiende cómo funciona la dinámica del poder en estos tiempos. Eso le permite construir hegemonía y disimular la debilidad de un gobierno que no tiene mayoría en ninguna de las dos cámaras, ni estructura partidaria para llevar adelante su proyecto político.

Pero, ¿qué comprende el libertario sobre la dinámica del poder que otros no logran descifrar? En este punto es preciso aclarar cómo se mueve el poder que tan bien viene manejando Milei.

Hay una dimensión que se desliza en el marco de la macropolítica. Esta se compone de todas las instituciones que refuerzan la estatidad del Estado como organización dueña del monopolio legítimo de la violencia, lo que Max Weber definiría como los aparatos represivos del Estado, que sirven como una estructura que recoge el consenso de la sociedad a través de la imposición.

Pero hay otro plano por el cual se mueve el poder, que es el de la micropolítica. Y allí es donde mejor se maneja el líder libertario. Ahí opera el sentido común de las personas, es el ámbito donde se desenvuelven la cultura y la ideología. Allí los consensos no se construyen por la imposición, sino por el convencimiento, por la difusión de ideas y por quien resulte victorioso en la batalla cultural.

La micropolítica es, además, donde se forma la opinión pública, que en tiempos de internet y de globalización no tiene fronteras. La comunicación digital derribó las barreras.

Por eso es irrelevante si Milei habla en España o en Argentina: su público es global, al igual que su cruzada ideológica, y su consenso se empieza a construir a nivel internacional. Sobre su vuelta a España para recibir el premio Juan de Mariana, se expresó en X y dijo: “Veremos hasta dónde les llega el totalitarismo en sangre. Aviso: yo viajaré a España a recibir el premio (…) Veremos si su gran complejo de inferioridad le permite que los liberales españoles puedan galardonarme en persona”. Y para rematar, cerró el mensaje con su famosa sigla VLLC (Viva la libertad, carajo).

* Profesor de Ciencias Políticas (Ucema)