¿A quién le importa el lenguaje inclusivo?

Autor
Edgardo Zablotsky
Medio
Perfil
Mes/Año
1 de julio de 2022
Edgardo Zablotsky

Frente a la masiva deserción de estudiantes pertenecientes a familias de bajo ingresos o fuertemente golpeadas por la crisis económica ¿tiene algún sentido incitarlos a rebelarse contra la Real Academia, cuando muchos de estos jóvenes se habrán de convertir en futuros recipientes de planes sociales?

Hace pocos días, el presidente Alberto Fernández pronunció un discurso con motivo de anunciar la realización del III Foro Mundial de Derechos Humanos en la ciudad de Buenos Aires.

En el mismo apoyó explícitamente el uso del lenguaje inclusivo, obviamente en respuesta a la decisión del gobierno de la CABA de prohibirlo en las escuelas.

Según reporta una nota de Perfil, Alberto Fernández expresó que: “los derechos humanos son los derechos esenciales de los hombres y de las mujeres, de todos y de todes,” y agregó que “le gusta que se utilice el lenguaje inclusivo porque todos tienen que sentirse incluidos en el mensaje”. Fundó sus dichos en el hecho que, a su entender, “el lenguaje inclusivo hace a la vigencia de los derechos humanos, al respeto al otro, al respeto por la dignidad del otro, hace respetar la condición de género del otro y hace respetarnos en la diversidad y en la diferencia”.

Por cierto, paralelamente, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, en el acto de promesa de lealtad a la bandera, incentivó a los alumnos de la provincia a utilizarlo: “En la provincia de Buenos Aires, rebelarse es hablar como uno quiere, como una quiere: no decir palabrotas o guarangadas, pero sí expresar lo que uno siente... A tanto tiempo de la Revolución de Mayo, no nos van a explicar desde España cuáles son las palabras que tenemos que usar”, en clara referencia a la Real Academia Española de la Lengua.

Yo me pregunto, en un país en que miles de niños viven en la pobreza, en un país en que el flagelo de la desnutrición infantil nos avergüenza, en un país en que muchos niños verán afectadas sus posibilidades de desarrollar un vida plena, aún antes de haber pisado una escuela por primera vez, por no haber recibido las necesarias proteínas durante el embarazo de sus madres y sus primeros dos años de vida y, por ende, como señala el Dr. Abel Albino, fundado de CONIN, sinónimo en nuestro país de la lucha contra la desnutrición infantil, se verá afectado su coeficiente intelectual y capacidad de aprendizaje. ¿A quién le importa el lenguaje inclusivo?

Yo me pregunto, luego de casi dos años de escuelas cerradas, durante los cuales el acceso a educación a distancia de excelencia para aquellos niños de familias desfavorecidas económicamente era sólo una fantasía de nuestro imaginario, tal como descarnadamente lo refrenda el resultado de las pruebas Aprender, el cual ilustra que siete de cada diez estudiantes de hogares vulnerables no comprenden un texto acorde a su edad y casi la misma proporción no puede resolver operaciones matemáticas sencillas, ¿qué importancia puede tener el potencial uso del lenguaje inclusivo?

Yo me pregunto, frente a la masiva deserción, de sobremanera en la escuela secundaria, en estudiantes pertenecientes a familias de bajo ingresos o fuertemente golpeadas por la crisis económica generada por las políticas llevadas a cabo para enfrentar la pandemia, ¿tiene algún sentido incitarlos a rebelarse contra el supuesto autoritarismo de la Real Academia, cuando muchos de estos jóvenes se habrán de convertir en futuros recipientes de planes sociales?

¿Alguien puede imaginarse que frente a la tremenda realidad que enfrenta hoy nuestro país es un tema relevante, urgente o acuciante, como para dedicar siquiera el espacio de esta nota?

No estoy a favor, ni me opongo con razones fundadas al lenguaje inclusivo. No estoy calificado para hacerlo. ¿Pero no es una falta de respeto, una falta de sensibilidad con aquellos niños y jóvenes que probablemente serán los desempleados de mañana, por su falta de capital humano, en la sociedad del conocimiento en la cual les ha tocado vivir, introducir temas de discusión, cuan circo romano, que dispersan sistemáticamente la atención del hecho que miles de ellos están siendo condenados al peor de los futuros y nosotros, los adultos, nos dedicamos a discutir si todos, todas o todes, resulta una forma más apropiada de que se expresen? Francamente creo que sí, y es hora de que la sociedad tome conciencia de ello.