La economía argentina, en plena turbulencia
El complicado escenario internacional sonaba a la excusa perfecta para muchos de los males que venía acumulando la economía argentina desde hace tres años. A la pandemia, que compartió con el resto del mundo, la repercusión negativa y la posterior recuperación desnudaron una sensibilidad particular de los números locales: el PBI estuvo entre los que más cayó (10%) pero también fue uno de los que recuperó en 2021 casi todo lo anterior. Sin embargo, basta una cifra para entender la diferencia cualitativa que separa a la crisis económica mundial de la que atraviesa Argentina: mientras en los Estados Unidos hay preocupación por la mayor tasa de inflación anual en 40 años que arrojó 9% en la última medición, las estimaciones indican que para septiembre y octubre estaremos un poco por debajo de ese número: 7%... pero mensual.
Temores. Según una encuesta de la prestigiosa consultora internacional Mc Kinsey, las principales preocupaciones de las empresas internacionales consultadas en todo el mundo son: los efectos de los conflictos geopolíticos, la interrupción de la cadena de suministros y la inflación. Pero las ponderaciones de estos elementos cambiaron el último año: lo que, a la sombra de la guerra en Ucrania estaba al tope y seguía de cerca el descalabro logístico a causa de la interrupción de la línea de fletes desde y hacia Oriente, dejó paso al nuevo ogro mundial: la inflación.
La parálisis de la economía mundial durante la pandemia fue auxiliada con un salto en la emisión monetaria en monedas “duras” (euro, dólar) y que la paulatina recuperación coincidió con el surgimiento del conflicto en Ucrania con el consecuente shock energético. En la Unión Europea, por ejemplo, el alza de costos de los últimos seis meses el impacto energético sobre las empresas fue el más grave en el 41% de los casos, mientras que, en Estados Unidos, fue la suba en los salarios en un mercado casi sin desempleo, que afectó al 37%.
El crecimiento de la economía global pasó del 3,8% anual para el período 1950-2014 al 2,2% proyectada para el lapso de 2014-2064.
Por casa. Para Sybil Rhodes, directora del Departamento de Ciencias Políticas y Jurídicas de la UCEMA, las crisis siempre traen algunas oportunidades, incluso en la guerra que podría abrir oportunidades para las exportaciones argentinas. “Pero también hay aspectos negativos que son muy visibles: Estados Unidos quiere bajar su propia tasa de inflación, pero las decisiones de la Reserva Federal (FED) afectan al resto del mundo y en algunos casos históricos recientes, las consecuencias fueron graves”, sostiene. A su juicio, las guerras siempre traen más incertidumbre y nadie se escapa de las consecuencias de una baja general de la demanda general.
Justamente, el anuncio de la FED sostuvo una tasa que terminará el año con su cuarta suba del 0,75% (3% en total pero que terminará triplicando el interés con respecto al año pasado). Jorge Castro, presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico, observa que esto es queda claramente como un objetivo prioritario el ataque a la inflación, incluso llevando a la economía a una recesión temporal. “Toda la situación de crisis mundial se genera por un acontecimiento geopolítico y ajeno al proceso de acumulación de capital que es la guerra en Ucrania que hasta que no se resuelva seguirá la incertidumbre. Para terminarla es necesario un proceso de paz negociada y ahora pasa todo lo contrario: Rusia ve que enfrente está OTAN, no sólo Ucrania. Todo esto generó una crisis alimentaria y energética, a raíz del precio récord de la energía, que en el último año aumentó 700% en la Unión Europea”, explica.
Oportunidad. Para Argentina y Brasil, interpreta que una invitación a aumentar la producción de agroalimentos y para nuestro país, desatar la producción de gas de Vaca Muerta. “Lo que está ocurriendo en Brasil, que es la octava economía del mundo y la principal potencia industrial de América Latina tiene un fuerte impacto sobre Argentina”, señala. Este año crecerá 3%, ya hay deflación, tiene superávit comercial y las reservas internacionales llegan a los US$ 350.000 millones. Pero la duda está en el efecto final del superdólar y la explosión de la demanda sobre el precio de los commodities, clave para ambas naciones.
El economista y analista internacional Marcelo Elizondo ve una proyección inevitable hacia una desaceleración económica mundial, con la suba de la tasa de interés, políticas de absorción de liquidez para desacelerar la inflación, el impacto de la inflación en el consumo y la inversión en medio de una crisis geopolítica. “El mundo crece menos por el desafío múltiple del ‘superdólar’ y las decisiones financieras del fly to quality (volar hacia los activos de menor calidad) y, por lo tanto, menor dinamismo”, agrega. “No sí si habrá recesión, pero sí una profunda desaceleración. Eso afecta al comercio global: hasta el año pasado crecía 6% anual en unidades y 20% en dólares. Estimo que crecerá menos (se proyecta para 2023 un 2% en lugar del 4% pensado)”, agrega. Este escenario no será homogéneo: a su juicio se está produciendo una enorme reconfiguración de la estructura de la economía global con una gran prevalencia de los sectores tecnologizados: con los que incorporan tecnología y capital intelectual, sobre los que dependen de precios internacionales tecnologizados.
¿Cómo impactará en la coyuntura económica argentina de corto plazo? En Argentina, subraya, sobre 500 más grandes, 300 son extranjeras, que retardan condiciones de inversión, además de problemas climáticos, fiscales y monetarios internos. Pero Argentina es más sensible a las crisis internacionales: en 2020 cayó 15% el comercio externo en lugar del 5% global porque es más dependiente de sectores coyunturales. “La tasa de interés afecta mucho porque le pone techo a los precios internacionales, que hubieran caído más si no hubiera habido guerra en Ucrania. Se marca la gravedad de los acontecimientos en la guerra “fría” entre Rusia y Occidente y eso afecta claramente el escenario con más incertidumbre, caída de inversión de riesgos y postergaciones, afectación a la cadena de valor y la tasa de interés”, aclara. Esto, para compensar el aumento de la emisión por la pandemia y también lo que venía acumulándose desde mucho antes. Hay una causa que fue la emisión desbordada y un disparador que fue la suba de los productos primarios.
Perspectivas. En concreto: “si se empieza a reacomodar el comercio de granos y el de energía en Europa, la crisis se podrá amortiguar para Argentina. Al fin y al cabo, el 70% de las exportaciones son de origen agropecuario”, agrega. Todo este peculiar contexto internacional pudo maquillar los problemas económicos argentinos en sí mismos y todo será más complejo si no se atacan los problemas de competitividad, porque el FMI no podría generar un efecto dominó y entonces tiene más cuidado con Argentina”.
En esta visión para el inminente 2023, el escenario se complicará más si hay sequía, los precios no se mantienen tan altos y sigue aumentando la tasa de interés. Una combinación en la que no sólo el azar climático tiene su responsabilidad. También la buena o mala praxis y los efectos políticos ajenos. Bienvenidos al mundo versión siglo XXI.