El Estado está lejos de desaparecer

Autor
Mauricio Vazquez
Medio
Perfil
Mes/Año
16 de abril de 2024

Puede vérselo tanto como una estructura burocrática engorrosa, repleta de funcionarios anquilosados, o como un órgano de coordinación esencial de la vida comunitaria. Hay que instalar la figura del servidor público profesional.

Mientras la atención de los argentinos se concentra en el dólar, los niveles de inflación, el siempre amenazante riesgo país y los diversos precios que signan el mercado, una transformación profunda se sucede en otro ámbito de vital importancia: el político.

Y en este, a su vez, más allá de que varios nombres propios ya no parecen brillar con igual intensidad que en los últimos 20 años, existen otros fenómenos que van a incidir directamente en nuestra calidad de vida. Refiero al recambio de funcionarios de distinto orden que se está sucediendo en los tres niveles de Estado mientras escribo esta columna.

La disruptiva llegada de Javier Milei a la Presidencia ha eclipsado a fenómenos equivalentes que se han sucedido en el nivel provincial, con recambios profundos de figuras, partidos y lógicas de gobierno.

Ejemplos como el de Chaco, Chubut, San Luis y Neuquén, por ejemplificar, marcan el final de procesos políticos de décadas y la conflictiva llegada de nuevas formas de gobernar. Algo similar, sin ir más lejos, parece estar ocurriendo en CABA, aún cuando la transición se haya producido entre figuras de una misma fuerza política.

Si pudiésemos dar un paso atrás y mirar nuestro país en perspectiva, es justo afirmar que una gran transformación está sucediendo y que esta tiene como protagonista, en gran medida a la política, al Estado y a sus diversas y posibles definiciones.

Y esto porque en términos conceptuales, el Estado puede ser visto tanto como una estructura burocrática engorrosa, repleta de funcionarios anquilosados en sus sillones pretéritos, ajenos a la realidad cotidiana de los ciudadanos y llena de prebendas o como un órgano de coordinación esencial de la vida comunitaria en ese espacio no siempre fácil de definir qué es lo público. 

Espacio éste, a su vez, cruzado por diversas temáticas que demandan más o menos intervención, dependiendo de las coyunturas sociales, pero en el que temas como seguridad, defensa y diplomacia (por señalar una de las visiones más minimalistas posibles) suele haber un acuerdo tácito sobre la indelegabilidad de funciones por parte del órgano estatal.

Desde esta simple división, puede afirmarse que el Estado argentino necesita una renovación profunda para alejarlo definitivamente de la primera conceptualización, pero al mismo tiempo también es fundamental aceptar que en su segunda acepción tiene una función histórica que ninguna sociedad, al menos hasta la fecha, ha podido trascender. 

O dicho más simple: independientemente de la discusión de moda, el Estado está lejos de desaparecer.

Desde esta última afirmación, se desprende la imperiosa necesidad de, por una vez por todas, dotar al cuerpo estatal de agentes capacitados, profesionales, con una carrera definida y transparente, desprovista principalmente de dos factores: el amiguismo o nepotismo que ha signado nuestra burocracia desde hace décadas y esa cultura organizacional cuasi medieval que aún impera en las diversas oficinas públicas y que reduce al ciudadano a un súbdito de aquél burócrata o funcionario político, cuando en la práctica, debiera ser exactamente al revés.

La necesidad de instalar la cultura del servidor público profesional, tres palabras de las que se desprende una cosmovisión absolutamente diferente a la actual, parte de la formación integral de ese nuevo cuerpo burocrático, acompañado de una nueva visión de Estado, más práctica y dinámica, que facilite estructuras ágiles orientadas a resultados, que no por eso pierdan trazabilidad y transparencia: algo que ya ha sido logrado perfectamente por el sector privado, hace varias décadas, mediante procesos que hacen converger la incorporación de tecnología, la capacitación permanente del personal y la contratación circunstancial de consultoras que refuerzan la dinámica interna con know how específico cuando hace falta.

Y digo esto porque si bien en su naturaleza el mundo de lo privado y de lo público son diferentes, y cada uno cuenta con lógicas, intereses, responsabilidades y hasta lenguajes particulares, no por eso deben ser compartimentos estancos en donde uno avanza al ritmo de la inteligencia artificial, la robótica aplicada y la big data, mientras el otro aún se debate entre las toneladas de papel de los expedientes y tiempos de ejecución que se miden en años o décadas, con impúdica naturalidad.

En resumen, Argentina está viviendo una transformación profunda que va más allá de la coyuntura económica. Contar con los profesionales adecuados para consolidar esta decisión colectiva de un nuevo rumbo, es una tarea impostergable de la que debemos ocuparnos ya mismo para no perder esta nueva oportunidad.