Populista y outsider: los antecedentes del ‘fenómeno Milei’ en clave internacional
El libertario asegura que su llegada al poder tiene repercusión en todo el mundo. En apenas dos años logró instalarse como un referente político para un sector de la sociedad argentina y mundial. Los “recién llegados” al poder no son una novedad, existieron y existen en otros países. Pero qué tienen en común, cómo se explica que un discurso en el borde de la democracia logre respaldo. Qué pasó con presidentes del mismo perfil como Trump y Bolsonaro.
“Ya no somos una fuerza de barrio. Somos un fenómeno mundial”, exclamó Javier Milei en el cierre de campaña de La Libertad Avanza previo a las elecciones presidenciales. En apenas dos años, Milei irrumpió en la escena pública al cosechar casi el 30 por ciento de los votos en las PASO, sin estructura partidaria ni capilaridad en el territorio. El sismo político atrajo la atención de un mundo ansioso por conocer al excéntrico economista libertario, aquel que logró encauzar el sentimiento de furia de 7 millones de almas cansadas de la debacle socioeconómica y los políticos coacheados que los miraban desde arriba.
Desde entonces periodistas de todo el mundo viajaron a Buenos Aires para conocer el detrás de escena de la exitosa máquina electoral del candidato “anarcocapitalista”, anclada en la desviación del descontento popular hacia “ellos” (la “casta”) y “nosotros”. Del dueño de ideas políticamente incorrectas, de insultos sin mediar consecuencias, de una “motosierra” para barrer con el Banco Central y un discurso mesiánico.
Después del shock, incontables analistas intentaron aportar sentido en torno al “fenómeno Milei”. Algunos resaltan su carácter de “outsider” y otros lo comparan con otras figuras, como el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, el estadounidense Donald Trump y hasta al venezolano Hugo Chávez, por sus expresiones populistas y en algunos casos antidemocráticas. Siendo estos algunos de los antecedentes del líder de un movimiento reaccionario que expone el descontento popular frente a las élites gobernantes de las frágiles democracias liberales latinoamericanas, donde apenas el 52 por ciento de los habitantes la siguen prefiriendo como forma de gobierno, según el último informe V-dem.
Populista y outsider. Javier Milei cerró su campaña en un Movistar Arena donde no había banderas ni columnas partidarias. Unas 15 mil personas que llevaban globos, carteles, vinchas y disfraces convergieron con su líder de manera directa, sin partido tradicional mediante.
“Milei es un outsider que usa el discurso típico del populismo, que unifica demandas insatisfechas de grupos diferentes que están disconformes con el sistema. Tiene un discurso refundacional. La gente lo vota a él, no al partido o ideas o sus candidatos”, explica Ignacio Labaqui, analista político y docente en UCA y Ucema.
En el popurrí de los líderes mundiales caben múltiples categorizaciones. Existe una distinción entre el populista, que puede ser de derecha (Bolsonaro) o de izquierda (el mexicano Andrés Manuel López Obrador). O el outsider, alguien que llega al poder por fuera de la típica trayectoria del establishment y que no necesariamente es populista, como el caso del francés Emmanuel Macron o el ucraniano Volodímir Zelenski.
“El problema no es lo nuevo sino los outsiders que son populistas, sean de izquierda o de derecha”, apuntó Labaqui. “El fenómeno Milei es un chavismo (populismo) pero de derecha. Hugo Chávez fue un líder personalista que llegó al poder criticando a los partidos tradicionales y proponiendo una reformulación drástica del sistema político”, agregó y aclaró que, aunque Milei utilice un discurso parecido, no necesariamente contará con los recursos para lograr ese resultado.
Antecedentes. Si bien hay quienes comparan a Milei con el expresidente brasileño Fernando Collor de Melo o con el peruano Alberto Fujimori, existe un consenso de que los dos antecedentes más claros del “fenómeno Milei” son Trump y Bolsonaro. En ambos casos, personificaron el descontento social subyacente y rompieron con la lógica partidaria local, en lo que fue un proceso sinuoso que derivó en el asalto al Capitolio (en 2021) y a la sede de los tres poderes en Brasilia (en 2023).
En el caso del magnate estadounidense, el voto nostálgico del “sueño americano”, de los adultos blancos de zonas rurales, se tradujo en corrientes antiglobalización, antiinmigración y en favor del proteccionismo, ganando incluso en distritos tradicionalmente demócratas; a diferencia de Milei, que además tiene como base electoral a los jóvenes. El senador paulista y defensor de la dictadura acaparó la reacción de un sector social en contra del progresismo petista, un universo que coincide con Milei y su vice. Se apropió de la bandera anticorrupción y concentró el apoyo de los religiosos, militares y agroindustriales.
Coincidencias. Milei consolidó su base electoral a través de las redes sociales y los memes como nueva unidad de sentido. Su influencia horizontal (y psicológica) y la proliferación de desinformación acompañaron a un contexto regional de polarización inédita, estallidos sociales, discursos de odio y teorías conspirativas que, al igual que los cambios asociados a la cuarta revolución industrial, socavan la legitimidad de las instituciones democráticas, un proceso histórico que a la Argentina no le es ajeno.