Corrupción, pandillas y autoritarismo
El bipartidismo de posguerra en El Salvador fue derrotado en el 2019. Sin embargo, la fuerza de las problemáticas sociales y los grupos de poder que se nutren de la violencia y la corrupción continuaron vigentes y emprendieron una nueva guerra contra un enemigo mucho más vulnerable: el estado de derecho y la salud democrática del país. Los grupos de poder que asumieron el control del aparato estatal no son muy diferentes a sus predecesores en sus usos del poder y sus objetivos de tomar por asalto la institucionalidad de una democracia débil que nunca terminó de cuajar después de 20 años de conflicto armado y medio siglo de militarismo.
El Salvador es un país que realmente cambió muy poco durante los últimos treinta años en los aspectos que tocan los resortes más sensibles de su realidad social (migración, desarrollo económico y violencia). La novedad que el régimen de Nayib Bukele introduce a la posguerra es el pacto de remilitarización de la realidad a través de la compra de la voluntad de los cuerpos de seguridad y el uso de la arbitrariedad política para silenciar las voces disidentes. La presentación discute cómo el régimen autoritario de Nayib Bukele representa el último eslabón de una historia política marcada y signada por la violencia como elemento totalizante de la realidad.